martes, 9 de enero de 2024

Mi Don Luis Querido

Cursaba 2o grado de primaria, era muy buen estudiante con buenas notas en la escuela, pero no tenía habilidades sociales, era tímido, y a la vez alegre pero no tenia amigos, aunque me llevaba bien con la mayoría de mis compañeros de grado. Media 1.30 cm, bajito a comparación de mis compañeros, siempre me ponían al inicio de las filas por este motivo. Cabello castaño, ojos marrones claros, era y soy delgado, tez blanca, y lampiño en aquel entonces.

En una ocasión me invitaron a la salida a jugar tazos, era 1997 y era algo popular. Acepté, éramos 5 o 6 niños. La suerte me sonreía y estuve ganando, pero no vi el tiempo, se me fue una hora en esa partida. Rápidamente me fui a casa de la abuela, lugar donde pasaba las tardes hasta que llegaban mis papás después del trabajo, por mis hermanas mayores se quedaban cursando; la casa estaba a un par de cuadras de la escuela, y en el trayecto se encontraba un mercado con locales. Al llegar, me di cuenta que olvidé la mochila, regresé corriendo y no la encontré. Por la tarde al llegar mis padres y enterarse, no me retaron, solo me dieron una llamada de atención que a pesar de ser suave, yo me sentía muy mal porque mis papás siempre fueron comprensivos, no teníamos mucho, pero no faltó nunca lo necesario. Al día siguiente le comenté a la abuela mi sentimiento de angustia, y ella me sugirió ayudar a recuperar la inversión de los útiles, y que una idea segura (en esa época) sería terminando la tarea, e ir al mercado a ayudar a cargar bolsas de las personas que realizaban sus compras, a cambio de una propina. Se conversó del tema y mis padres aunque no lo consideraron necesario, estuvieron de acuerdo.


Al día siguiente terminando la escuela, después de comer y hacer la tarea, salí a mi nueva actividad. Mi meta era reunir 30 pesos, que era la cantidad gastada por mis padres entre cuadernos, mochila, útiles en general. Como el mercado estaba cerca de la casa de la abuela, como lo mencioné, ya ubicaba bien ese lugar de todas las visitas que llegábamos a hacer, incluso mandados que por la cercanía, era el lugar para ir a la tienda, por verduras, etc. Me sabía mover en el lugar, y me ubicaban algunos comerciantes por ubicar a mi familia como sus clientes. Al verme con algunos conocidos, les comenté de mi actividad, y me ayudaron al presentarme con sus clientes. Como yo iba de uniforme, la gente me aceptaba la ayuda de manera amable, y me decían que era un buen chico y que era bueno aprender a ganarse la plata, a administrarse, me daban halagos por ese comportamiento, y las propinas eran desde 1 hasta 2 pesos, y algunas veces también me regalaban frutas y dulces adicionalmente. Para esta actividad, solo me dieron permiso una hora al día, ahora si veía el reloj y cumplía la tarea. Pasado una semana había reunido más de la cantidad planteada, se los entregué a mis padres pero ellos no lo aceptaron, pero agradecieron mucho el gesto, pedí permiso para seguir haciéndolo y lo obtuve.

Como dije, eso fue al terminar la semana, un viernes. Y en otra forma de agradecimiento a la forma de mis padres de manejar la situación, decidí comprar víveres para la casa, y me dirigí al mercado nuevamente. Comencé a hacer las compras, y al final dejé los víveres, para esto, fui a una de los locales que estaban dentro. Había una donde siempre comprábamos, pero yo decidí ir a una del fondo, donde siempre estaba un señor mayor atendiendo. Se me hacia muy alto, tenía el cabello canoso y usaba bigote canoso igualmente, de tez blanca, siempre usaba como una bata azul. El señor Luis siempre se mostraba muy atento, ya lo había visto muchas veces antes y él a mi, me sonreía, y me saludaba de lejos moviendo su mano, y desde tiempo atrás siempre me causaba atracción aunque en esa edad yo no lo sabía describir, sólo era “algo”, pero nunca había tenido oportunidad de interactuar con él, hasta esa semana.

Regresando un poco, al primer día de cargar bolsas, en varias vueltas pasaba frente a su tienda, que por estar al fondo, estaba en camino al estacionamiento, donde llevaba a la mayoría de los clientes. De ida, pasaba con la persona a quien estuviera ayudando, de regreso pasaba solo, y con esa libertad comencé a responder sus saludos. Este día, en una de estas vueltas, me llamó a su mostrador para conversar. Me ofreció un chupetín mientras yo le contaba porqué estaba en esa situación. Igualmente me felicitó por ese acto, y acariciaba mi cabello y lo revolvía de forma cariñosa. Su primer contacto me estremeció, me sentía muy a gusto al escucharlo, me gustaba ver sus labios, su sonrisa con la que me hablaba, su voz con tono amigable. Y me derritió por completo cuando me dijo que era un chico “muy bonito”.

Cada una de las vueltas tenía que ser por ese camino, frente a su local, me emocionaba, me ponía nervioso a la vez y al estar frente a él nuevamente, le sonreía, y él a mi. Así fue toda la semana.

Regresando al día que fui a las compras, lo saludé, le conté lo que estaba haciendo. Don Luis, con su sonrisa que me fascinaba me dijo que con gusto sería mi proveedor, y sugirió que pasara tras el mostrador para que yo pudiera ver mejor los productos en sus estantes y eligiera lo que me iba a llevar. Acto seguido, me abrió una puertita al final del mostrador, yo entré y el salió a meter mis bolsas que ya llevaba con las compras de los otros locales de frutas y verduras y una acción mas: bajó la cortina de su local con nosotros dentro, me dijo que era para que yo eligiera tranquilo y no tuviera interrupciones de otros clientes.

Yo estaba emocionado de que hiciera eso, porque si bien era un chico tímido, aplicado, responsable; también era consciente de que me atraían los hombres, y ver telenovelas con mi abuela llenó de imágenes mi mente. Las escenas de sexo en las novelas ya habían dejado sembrado el deseo de estar desnudo con un hombre, besarnos, abrazarnos y hacer el amor. Daba por hecho que eso era lo que significaba hacer el amor, los besos, las caricias de cuerpos desnudos; pero no sabia de la penetración, lo descubriría esa tarde.

Una vez dentro con el local cerrado, Don Luis me dijo nuevamente que era un chico muy bonito y me dio un beso en la frente. Le respondí agradecido y devolví el halago, diciéndole que él era un hombre muy pintón y bien parecido también. Don Luis me miró, no dejaba de sonreír pero su mueca cambió ligeramente con mi comentario. Me preguntó porque decía eso, respondí sin titubear que me gustaba mucho, desde hace mucho tiempo  y que me sentía muy feliz de que esa semana por fin pude hablar con él y que era un sueño hecho realidad estar con él a solas. Don Luis se sentó, y quedamos prácticamente a la misma altura. Me preguntó que si era un sueño, que se lo relatara. Yo respondí que más que un sueño, era mi imaginación, querer estar con él como había visto en las telenovelas, donde las mujeres se desnudaban para el hombre, y eran besadas y acariciadas. Mis palabras eran firmes, la sonrisa de mis labios no la retiré, mi tono de voz seguro era delgado, porque a la fecha hablo con voz delgada. Ahí estaba yo, un chico considerado ejemplar, cuidado y querido, revelando lo que en mi mente sucedía.

Don Luis me dijo q se sentía halagado con mi revelación, que él sería muy feliz de poder hacer mi sueño realidad, pero que él era un adulto y yo un niño… Lo interrumpí. Como dije, yo no era tonto, así que le aclaré que yo no diría nada, que era algo que deseaba, y que sabia perfectamente que de suceder, tendría que ser en secreto. Don Luis me miraba a los ojos, con esa sonrisa que me entraba mas en mi mente a cada momento.


Muy bien nene, si lo deseas, a ver desnudate para mi, como las mujeres se desnudan para los hombres en las telenovelas que has visto.  Sacate la ropa para mi como lo has hecho en tu imaginación. Desnudate y satisfacé tus deseos de entregarte a un hombre. Vamos nene sacate la ropa y entregate a mi. (Su sonrisa cambió por un momento a lo que sé de grande que era puro libido y pude distinguir su mirada de deseo hacía mi) 

Esas palabras las he llevado bien grabadas desde entonces. Su mirada amable, sus labios se movían despacio, y su tono de voz era mas grueso y determinante. Me decía esas palabras mientras seguía sentado, inclinado hacia adelante, sus manos alcanzaron las mías. Las besó al terminar de dar la primera de muchas instrucciones que a partir de ese día recibí y cumplí gustosamente.


Me soltó las mano, y se recargó en su silla, y se dispuso a observar. Lo primero que me quité fue mi remera, era de color blanco con el logo del uniforme de la escuela. La tomé con mis manos desde abajo y tiré hacia arriba. No usaba ninguna por debajo de esta, por lo que de inmediato dejé al descubierto mis brazos, abdomen, pecho y pezones. Mostré mi piel sin un solo vello, mis pezones rosados, mas que el resto de mi piel blanca. Tiré la remera al piso.

Saqué mis zapatillas sin desatarlas, con fuerza entre los pies, que levanté uno tras el otro para quitarme las medias cortas color blanco también, terminando por poner los pies en contacto con el frio del piso. Mis pies estaban aseados pero sudados de caminar, mis dedos largos lucían las uñas cortas. Terminé con ambas medias y volví a pararme bien firme en el piso con las piernas ligeramente abiertas.

No dejaba de sonreírle a Don Luis, quien miraba únicamente, quien ya no me estaba mostrando su sonrisa, sólo una ligera mueca de risa. (bien morbosa)

Puse mis manos en el elástico que ajustaba mi pantalón azul escolar a mi cintura, metí un par de dedos, y lo deslice hacia abajo por el largo de mis piernas, agachándome y dejándolo en mis tobillos. Me reintegro a mi posición de pie, saco un pie del pantalón y luego el otro.

Finalmente, me giro dando la espalda a Don Luis, y de la misma forma, inclinándome hacia abajo, deslizo mi slip celeste por mis piernas, mostrando inmediatamente mi cola desnuda, quito de mis tobillos mi slip y la tiro a un lado. Vuelvo a mi posición de pie, y vuelvo a girar de frente, con mis brazos a los costados y mostrando mi pito y huevos que permanecían inertes en ese momento. Yo no tenía erecciones a esa edad, así que así permanecí.

En ese momento caí en cuenta rápidamente de la situación. Estaba desnudo frente a un hombre mayor, prácticamente desconocido, y yo un niño, con conciencia de que ese acto no se debería estar llevando a cabo. Un escalofrío me empezó a recorrer inmediatamente de pies a cabeza todo mi cuerpo, comencé a temblar incontrolablemente, me costaba trabajo mantener la sonrisa, sentía como mis mejillas temblaban y así cada parte de mi cuerpo. Entonces di un respiro profundo, y un ligero control regresó a mi, por lo que dejé de temblar, aunque aún se notaban y sentía esos movimientos musculares.

Sos un chico muy hermoso y valiente, estoy halagado con esto que estas haciendo para mi. ¿Querés venir y sentarte en mis piernas? Fue lo siguiente en pronunciar Don Luis, mientras me ofrecía su mano y yo la tomaba, en un par de pasos estuve en sus piernas. Paso un brazo tras mi espalda y colocaba su mano sobre parte de mi pierna, cola y cintura al mismo tiempo. Por mi tamaño, y el de él, era más que lógico que una sola de sus manos abarcaran una buena parte de mi. Con la otra mano acariciaba de arriba a abajo mi cara hasta mi cuello, la rozaba suavemente sobre mis mejillas, mis labios, mis orejas, recorriendo por el cuello y pasando ahora al frente, tocando mi pecho, acariciaba con las yemas de sus dedos mis pezones, y regresaba a mi cara.

Su cara estaba frente a la mía, cercana a tal modo que sentía su aliento y contemplaba ahora con mayor detalle su bigote encanecido, su sonrisa que volvió a dibujarse, sus labios desprendían su aliento. No paraba de mirarlo. Volví a temblar de forma incontrolable, pero mi cuerpo recibió otra sensación de forma inmediata. Fue así que comenzó mi primer beso con un hombre. Fue un beso que desde el inicio tuvo toda la pasión. Puse mi mano sobre su brazo, cerré los ojos, abrí mis labios, y recibí sus labios, su lengua, saboree la humedad de su saliva. Mi nariz chocaba ligeramente con la de Don Luis, y ese primer beso nos mantuvo unidos por varios minutos. Mi mano continuaba sobre su brazo, comencé a subir y bajar mis dedos sobre la manga de su bata, y Don Luis comenzó a acariciarme la pierna suavemente, abriendo y cerrando los dedos tan suave pero tan firme que sentía el calor contrastando con el frio que ya se sentía sobre mi piel por los minutos que llevaba desnudo dentro de ese local. Los besos no terminaban, igual que el recorrido de sus manos por mi espalda ahora, subiendo y bajando, llegando en cada movimiento más cerca, primero al contorno de mi cola, y luego ya posicionándose de manera permanente en mis glúteos, pasando de uno a otro. Con ese nuevo movimiento, vino algo que yo no sabía porque se daba, pero de otra forma incontrolable, entre los besos mi respiración se agitaba y comencé a suspirar ligeramente, al mismo tiempo que algunas partes de mi cuerpo se tornaban más sensibles a sus caricias que comenzaban a aumentar de velocidad, sin dejar de ser lentas y suaves. Mi oreja, mi cuello, mis pezones, los dedos de mis pies eran un detonador de mis suspiros, hasta que cruzando la línea de ir de una nalga a otra, un dedo de Don Luis se iba acercando a mi ano. En este punto, es como si desbloqueara un nuevo nivel de suspiros, q ahora incluía un suave intento de mi garganta por liberar algo de mi voz, mi primer gemido ocasionado por el suave contacto de la mano de Don Luis en mi cola, y su dedo ya posicionado en mi ano, apenas rozando con la yema, y haciendo algún movimiento que liberaba en mi la misma sensación en mi cuerpo, pero activada por un solo punto.

Los besos no se detenían, el frio ya no era problema, yo sentía mucho calor, incluso unas gotas de sudor caían de mi frente. En mi mente, estaba haciendo el amor, como en las telenovelas, y entendía ahora porque también se agitaban, porque se besaban, y porque estaban desnudos siempre, aunque en la televisión abierta siempre estaban cubiertos con sábanas. Yo sabía la diferencia entre la realidad y la ficción, y comencé a tratar de imaginar como harían los actores para grabar esas escenas. Pensaba que en realidad solo era por un breve instante, para la escena, que siempre traían ropa interior, pero que al final, era una representación de lo que hacia una pareja en la vida real, donde si se desnudaban completamente, tal cual estaba yo con Don Luis. A excepción que él aún conservaba toda su ropa, por lo que sin dejar de besarnos, comencé a desabotonar la bata y camisa q traía puesta, liberando poco a poco su pecho y vientre, el cuál fue solamente percibido por mis manos, ya que mis ojos se encontraban cerrados, pues así era como se besaban en las escenas que veía en la tele. Pasaba mis manos por su pecho principalmente, sentía la diferencia de nuestros tamaños, la diferencia de la textura de nuestra piel, principalmente marcada pues Don Luis es de pecho velludo, contrastando con mi cuerpo que previamente dicho, es lampiño en su totalidad. Sentía electricidad mientras entrelazaba mis deditos en los pelos de su pecho y panza

Dejé de estar sentado en una sola de las piernas de Don Luis, colocándome sobre ambas, frente a él, con mis piernas alrededor de él como abrazándolo con ellas. Con este movimiento no cesaron los besos, por el contrario, incrementaron su intensidad. Mis manos subían y bajaban por su pecho y abdomen peludos, o pancita mejor dicho, ya que no era como los galanes de las telenovelas, con cuerpos ejercitados, pero tampoco era una gran panza como la de otros adultos que conocía. Era una linda panza peluda de un lindo maduro. Esta misma posición permitía a Don Luis agarrarme la cola con ambas manos, y ahora no solo había un dedo masajeando mi ano, ya eran más. El sudor de mis movimientos ya hacían que mis nalgas tuvieran cierta humedad, se sentía nuevamente en mi piel el contraste de algunos flujos de viento frio, pero se superaba por el ambiente de calor que nuestros cuerpos generaban. Esta humedad permitía a Don Luis comenzar a frotar sus dedos a mayor profundidad en mi ano, levemente, pero sin dudarlo la diferencia era notoria, que mi cuerpo generó otra descarga de emociones que se expulsaron con un suspiro y un gemido con mayor gesticulación y sonido. Abrí mi boca por un impulso y lancé ese gemido frente a al rostro de Don Luis, separándonos por fin de nuestro largo primer beso.

Me alejé un poco de su rostro, echando la espalda hacia atrás. Mis manos continuaban en su pecho y las suyas en masajeando mi cola, retirando brevemente sus dedos del camino que habían recorrido por el contorno y un poco del interior de mi ano. Abrí lentamente los ojos, y volví a mirar la sonrisa del hombre de mis sueños y fantasías, contemplé por primera vez su pecho, su piel blanca, y los vellos encanecidos que cubrían desde sus pezones y todo su abdomen. Al instante, y de manera involuntaria, unas lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas, aunque no dejaba de sonreírle a Don Luis, quien de inmediato retiro una de sus manos de mi cola, dejando la otra masajeando esa parte de mi cuerpo, y retirando suavemente esas pequeñas y pocas lagrimas derramadas involuntariamente. No eran lágrimas de tristeza, la euforia seguía invadiéndome, pero hoy creo poéticamente, que fue un acto simbólico de mi cuerpo, asumiendo el fin de una etapa de mi vida y el comienzo de otra. Me sentía feliz al estar con ese hombre.

Para lo siguiente, vas a recostarte ahora, me dijo. Quizá lo que haremos a partir de este momento no lo haz soñado ni imaginado, pues no es algo que muestren en las telenovelas y quizá en la escuela tampoco te han educado en este aspecto. A partir de este momento, inicia el verdadero momento de que te entregues. Vos decidiste entregarte a un hombre y yo estoy muy honrado en tomarte y hacerte mío nene. Es un momento hermoso de tu vida, te estas entregando en alma, y también en cuerpo, pero tu cuerpo puede tener reacciones involuntarias de rechazo. Deberás dejar que tu alma gane sobre lo que tu cuerpo te impida. Voy a tomarte por tu cuerpo para que nuestras almas puedan estar juntas. Notarás que has logrado entregarte cuando tu cuerpo ya no tenga esas resistencias involuntarias. Es un verdadero honor hacerte lo que te voy a hacer. Sólo debes pensar y hacer lo que te diga. Haceme caso. Confía en mi nene.

Estas palabras igualmente marcadas en mis recuerdos, fue un pequeño discurso que pronunció Don Luis, mientras se levantaba de su silla conmigo en sus brazos, giró su cuerpo y me sentó ligeramente recostado en la tibia silla cubierta por nuestro calor. Una vez que me dejó en esa posición y en ese lugar, se puso de pie en su totalidad mientras seguía hablando con su voz gruesa y firme nuevamente; agarró de uno de sus estantes que nos rodeaban un frasco de crema color rosa, lo colocó en el piso junto al costado de la silla, inclinado aún, desabrochó sus zapatos y al igual que yo, con la fuerza de los pies se los retiró. A diferencia mía, no se retiró los calcetines en ese movimiento. En ese momento pude sentir su olorcito a pata y tuve una sensación de gusto. Continuaba su breve discurso y desabrochó su pantalón color beige estando de pie frente a mi, quien observaba su altura, su camisa y bata desabotonada dejando ver su pecho hermosamente velludo. Nuevamente a diferencia de mi al desnudarme para él, bajó junto a su pantalón su slip, dejándolo caer de golpe a sus pies, retirándolo de sus tobillos con un par de movimientos con sus rodillas, y notando que junto a sus medias usaba un par de sujetadores y que continuó sin retirarse, no pude ver sus pies desnudos, pero si sus largas piernas blancas y cubiertas con vellos oscuros en toda su longitud. Naturalmente con ese movimiento, fue el momento que mi cuerpo se volvió a estremecer y a temblar involuntariamente. Mis mejillas volvieron a tensarse y mi sonrisa desapareció, una nueva sensación se hacia presente en mi cuerpo. Sentí el frio intensificarse por cada poro de mi piel, y recuerdo sentir mis genitales húmedos e inertes retraerse, al grado de dejar de ser visibles mis testículos, que se contrajeron al punto de mostrar la piel que los cubre pegada a mi cuerpo. Todo pasó al momento que mi vista recibió por primera vez la imagen de su pija, el pito de un adulto, la verga de Don Luis. Tenía razón, ese momento no se veía en las telenovelas. En mi cabeza no se había contemplado esa imagen, en mi imaginación no se había contemplado visualizar un pene en erección. Yo desconocía esa naturaleza. Si bien, si anticipé que estar desnudo con Don Luis, y él conmigo incluiría sus genitales, desconocía que el pene de un varón maduro toma firmeza. Desconocía que la erección incluía la segregación de lubricante natural, que yo estaba viendo por primera vez, rodeando y dando brillo al grosor de la cabeza redondeada que estaba contemplando por primera vez. Desconocía que por diversos motivos un pene adulto tiene un aroma distinto, aroma que estaba descubriendo y que estaba inundando el pequeño sitio en el que nos encontrábamos. Y me estaba gustando mucho su olorcito a bolas. Ahí descubrí el olor de un macho en celo. Desconocía el crecimiento de vello en su contorno y sobre la piel q cubre sus testículos. Desconocía que los huevos colgarían y se mecerían golpeando con sus piernas en cada movimiento de su cuerpo. Ignoraba el significado de las palabras que me daba, me reservaba a poner atención. Su voz todavía pronunciaban sus últimas líneas en ese decreto que me estaba dando, mientras sacaba su bata junto a su camisa ya desabotonada y yo, veía por primera vez a un varón, a un hombre maduro, en su naturaleza esplendorosa. Una vez desnudo, se arrodilló frente a la silla donde me tenía semirecostado, y lanzó su frase determinante. Confía en mi bebé.

Arrodillado frente a mi, volvió la tranquilidad a mi cuerpo con una sonrisa nueva. Tomó con ambas manos mis tobillos, levantándolos al mismo tiempo suavemente. Misma suavidad con la que con la palma de su mano, pasaría por las plantas de mis pies, retirando residuos de polvo del piso que se habían pegados en mi al estar de pie al inicio, en el momento que me desnudé para él. Dio un par de movimientos masajeándolos y dio un beso suave en ambas plantas. Cosa que me estremeció. Con una de sus manos, junto mis tobillos y los elevó, dejando al borde de la silla asomarse mi cola desnuda para él. Me miró a los ojos, y bajo lentamente su rostro, mientras yo observaba, y vi desaparecer sus ojos, su nariz, su bigote, sus labios. Desaparecían bajo mis piernas levantas, y aparecían de pronto, hicieron presencia no visual, sino al tacto, el tacto de su nariz olfateando mis nalgas, de un lado a otro, pasando por en medio de ellas, junto con la punta de su nariz y su bigote. Un par de esos movimientos y ahora aparecía la siguiente sensación en mi, liberada tras el contacto de su lengua con el contorno de mi ano. Esa lengua que hasta breves instantes previos habia saboreado, ahora volvía a sentir su calidez y su humedad en otra parte de mi, incrementando la sensación física provocada igualmente minutos antes por las yemas de sus dedos. Comencé a sentir que lo besaba nuevamente, y volví a suspirar profundamente, pero aún no sentia que mi voz se uniera en ese supiro en forma de gemido, sino hasta minutos después, donde mi voz revelaba un gemido ahogado, un gemido que no supo salir, pues su factor detonante superaba todo lo vivido hasta ese día. Y este no era otro factor que el inicio de los esfuerzos ayudados por su lengua, por humedecer, expandir y entrar en mi hasta ahora desconocido ano. Desconocido por mi, por no saber la cantidad de nuevas emociones que se viven a través de este; y desconocido por todo ser humano, hasta en ese momento, Don Luis, fue el primer contacto al mundo de mi anito virgen.

No pude contener mis suspiros, mis gemidos ahogados que no encontraban el camino correcto para fluir, este contacto con su lengua no se detenía. Cerré mis ojos y olvidé el mundo, tanto me olvidé que no sentí un gran cambio de la actividad realizada por Don Luis, quien nuevamente frotaba las yemas de sus dedos en el contorno de mi ano, pero con mayor fuerza. Me olvide de todo, de sus palabras previas, hasta que sucedió lo antelado: mi cuerpo mostraba resistencia al primer intento de recibir más allá de la yema de un dedo, al primer intento de Don Luis por introducir su dedo completo al mismo tiempo que usaba su lengua. Sucedió lo inevitable, mi voz no tuvo detenimiento en hacerse presente  pero no como un gemido, sino como un pequeño grito de un dolor nunca experimentado. Este intento no fue fallido, pues no se detuvo hasta lograr su objetivo, y Don Luis, retirando solamente su lengua, volvió a aparecer con su rostro entre mis piernas, pronunciando aquel decreto definitivo: “Confía en mi bebé”, seguido por su suave pero gruesa y firme voz, sin la sonrisa de su rostro, pero una mirada determinante que se cruzó con la mía. "Dejá a tu alma fluir, no dejés que tu cuerpo la reprima". Respirá, imaginá que tu alma recorre todo tu cuerpo, lo suaviza, dejala fluir, no la estrujes, dejá que tu cuerpo se relaje y dejá que tu alma se entregue a mí bebecito mío. Fueron sus palabras de alivio, sin embargo, lograrlo requería mi concentración total, y un poco de tiempo. 

Volví a cerrar los ojos, los apretaba y todo mi cuerpo se contraía, mi mente luchaba entre la concentración para dejar a mi cuerpo rendirse, y los espasmos y contracciones que costaba reprimir, causados por los dedos de Don Luis en mi anito. No sabía que pasaba, no sabía si Don Luis hacia algo diferente, sólo cerraba los ojos y buscaba a mi alma dejarse fluir. Cuando abrí los ojos, vi a Don Luis de pie frente a mi. Sus facciones eran relajadas, con una mano seguía sosteniendo mis piernas hacia arriba, y con la otra sujetaba su pija bien erguida. Había cierto sonido suave producido por lo que ahora se que es la piel q cubre el glande, y sonido era provocado por la fricción de su piel con el cuerpo de su pene y con ayuda de su lubricación natural. Mientras el tocaba su pija. Yo aún viendo que ya no tenia su dedo dentro de mi ano, sentía todavía el dolor. No me acuerdo de haber sentido el momento en el que dejo de lamer mi ano, ni cuando sacó su dedo, ni cuando se levantó. Lo que no olvido, es volver a verlo arrodillarse, ahora con su otra mano también, tomó una de mis piernas y las separo, dejando la pierna separada sobre su hombro, y la otra seguía sostenida firme con su mano. Para eso dejo de masajear hacia adelante y hacia atrás la piel de su pija, la dejó moverse libre, movimientos causados por el resto del movimiento de su cuerpo al estar acomodándome en esta posición. Trataba de verlo a la cara, que seguía sin mostrar alguna facción, pero fue un breve instante, ya que bajó la mirada, y comenzó a tocar nuevamente mi agujerito, con una sensación distinta. Colocaba en mi ano la crema que tenia preparada al costado de la silla, y por un breve instante sentí alivio. Cerré mis ojos ante este nuevo masaje anal, que se detuvo. Escucho como con su mano libre vuelve a abrir el frasco de la crema, y escucho un suave sonido  nuevamente de este producto siendo colocado, sin embargo, no sentí en ningún momento un nuevo masaje anal de su parte. Con los ojos cerrados espere que volviera su mano a mi ano, con un poco más de este producto que me daba cierto alivio a mi todavía adolorido culo por haber recibido la introducción de uno de sus dedos. Esperé al escuchar en el frasco de crema fue colocado en el piso, y justamente la espera no fue tardía para sentir ese masaje con el producto. Pero esta espera fue más larga que el masaje anal en si. Don Luis retiro nuevamente su mano, yo permanecía con los ojos cerrados, concentrado en dejar mi alma fluir y vencer las resistencias de mi cuerpo, mi concentración era tal, que sentía que la rigidez de cada parte de mi cuerpo se alejaban. Sentí y pensé que había logrado vencer a mi cuerpo. Lo creí de verdad, hasta que me veo forzado a abrir los ojos abruptamente, me vi forzado a salir de ese trance, este momento fue interrumpido por una nueva sensación, este dolor que había experimentado con el dedo de Don Luis hace breves instantes, sin embargo, este dolor esta incrementado en todo el potencial. Este dolor había regresado para quedarse. Regresó con mayor fuerza, con la fuerza natural de un hombre maduro con su pija erecta, penetrando por primera vez, la cola y en específico el ano, de un niño de 7 años, un chico cuidado, educado, responsable y ejemplar. Un chico que había visto a un hombre maduro en un mercado cerca de casa de su abuela y había sentía atracción por él. Un chico que sabía desde que tenía consciencia y razón de su atracción por los hombres maduros. Un chico que veía en televisión escenas de adultos semidesnudos, besándose y nombrando esa actividad como “hacer el amor”, y que desconocía que este acto era más que besos con otra persona desnudos bajo una sábana, un chico que se desnudó frente a un adulto y le pidió le permitiera entregarse a él, que le permitiera desnudarse para él, como las mujeres lo hacen para los hombres en los programas que veía junto a su abuela, con sólo 7 años ahora estaba desnudo, medio recostado en una silla, con las piernas abiertas, mostrando su cola a medio dilatar, mostrando su cola a medio lubricar por una crema de un frasco que hace poco estaba en un estante a la venta para algún cliente, culito que ahora estaba siendo penetrado por primera vez por la pija erecta de un hombre adulto, sin ningún tipo de obstáculo entre ellos, el pene erecto del maduro entró de la forma más natural. La cabeza de ese pene entró en contacto directo con los pliegues de ese ano, recorriendo de esa forma, al natural, el interior de esa pequeña cola, el culito virgen de un chico, el mío.

Como dije, salí de ese trance de relajación y alivio de mi ano, de la forma menos pensada. Abrí mis ojos a su máxima forma, mis labios de igual forma, pero no había ni un sonido proviniendo de ellos. Con la mirada, pude ver a Don Luis, su sonrisa se volvió a dibujar, y su mensaje de “Confía en mi” volvía a ser emitido. Y me decía entre gemidos "te estoy haciendo el amor bebé". Asentí con la cabeza, cerré los labios y de manera involuntaria los apretaba. No entendía que estaba pasando. Sentía el contorno de mi ano y aunque trataba de relajarme, era involuntario sentir que apretaba algo muy fuerte y duro, lo apretaba tratando de cerrarlo. En el interior sentía poco, lo que si sentía era el toque de la cabeza del pene erecto de Don Luis en una parte de mi, no sabía con que, pero en la parte que la cabeza de su pene estuviera tocando, me causaba dolor y a la vez placer, algo indescriptible. Don Luis ahora tenia ambas manos en mis piernas, las abría, y yo continuaba con ese dolor, principalmente en la entrada de mi ano, y en el punto de mi interior donde chocaba la cabeza de su pene un extraño placer. Sentí que todo estaba en mi concentración nuevamente, un ligero alivio y respiro profundo me ayudo a eliminar la tensión de mi cuerpo, nuevamente, no duraría mucho. Y con mis ojos cerrados, apretándolos, al igual q mis labios, sin ver lo q sucedía, solo sintiendo mi primera penetración, sucedió un nuevo acto inesperado. Un nuevo movimiento de Don Luis, quien aparentemente retirando su pija de mi interior, me hacía creer en mi mente que había terminado esta acción. Sin embargo, solo se acomodó nuevamente, afianzó sus rodillas al piso, subió un poco más mis piernas, y vigorosamente con fuerza de una lo volvió a introducir en mi interior. Nuevamente abrí los ojos, para no volverlos a cerrar, pues ese movimiento fue el inicio de una cadena de penetraciones con ese ritmo vigoroso. Subí mis brazos a la parte alta del respaldo de la silla donde me estaba entregando y clave mis dedos con toda su fuerza. Hacer este movimiento, apretar con mis dedos de las manos ese respaldo me dio cierto confort. De alguna manera ahora toda mi fuerza estaba en apretar con las manos este respaldo, y noté que dejaba de hacer fuerza en mi cadera y columna, perdiendo rigidez en la cola y disminuyendo un poco el dolor de las penetraciones vigorosas de Don Luis.

En mi mente, seguía tratando de concentrarme, por lo que al notar este cambio, opte por intentar apretar de igual forma algún objeto imaginario con los dedos de mis pies, q se encontraban en manos de Don Luis abriendo así mi cola, así lo hice, apretaba y soltaba los dedos de mis pies y nuevamente, cierto alivio  adicional se añadió  en mi cola. El dolor no era menos, mi entrada anal todavía se sentía muy apretada, dolía al querer cerrarse de forma involuntaria, pero la verga dura de Don Luis entrando y saliendo en su forma natural lo evitaban evidentemente. Mi última alternativa para ayudar a mi alma a fluir y vencer las barreras de mi cuerpo, fue apretar los labios, y un toque adicional de este alivio mental se añadió.

Por su parte, a la par de estos pequeños trucos recién descubiertos, Don Luis no bajaba ni subía la intensidad de sus penetraciones, de ese mete y saca. Entraba vigorosamente, rápidamente, y salía lento, sin retirar su pija erecta del todo, y repetía constante. No se detenía. En algún momento me percaté de una sensación que no fue notoria al inicio, en cada una de sus estocadas sus testículos golpeaban mi cola, al notar eso, incluí una nueva acción de mi concentración: sentir ese suave golpe de sus huevos. El dolor seguía presente, acompañándome en este momento para el que no me preparé, pero este golpe de sus testículos añadió una sensación placentera. Ahora en mi mente sabía que el dolor no cesaría, pero vendría acompañado de un breve roce de placer, ocasionado por el choque sus huevos en mi cola también. Todo esto, en combinación con mis fuerzas concentradas en manos y pies apretando y soltando me ayudaron a entender la situación, y nuevamente, de manera inesperada, comencé a soltar mis labios apretados, ligeramente volvía a suspirar y salían leves gemidos del dolor causado al momento que la pija de Don Luis me tocaba internamente, salían y eran comenzados a escucharse.

Don Luis en todo momento mantenía su mirada firme en mi mirada, emitía pocas muecas, fruncía solo un poco la frente y apretaba sus labios. En ese momento en mi mente comenzó a repetirse un enunciado: “Me estoy entregando a un hombre, me estoy entregando a un hombre”, imaginaba que Don Luis leía mi mente y q estábamos conectados. Con esto pasando en mi cabeza, fue el toque adicional que faltaba para que a pesar del dolor, no dejara que mi cuerpo ganara. Imaginaba que en la cabeza de Don Luis estaba pensando en que le hice caso a su discurso, y a su vez en mi mente creer esto me hacia sentir pleno, de haber logrado fluir mi alma de acuerdo a las indicaciones de este hombre maduro.  Don Luis nunca cambió de expresión corporal, nunca dejó de abrir mis piernas, nunca dejó de entrar rápido y salir lento, nunca dejó de ser constante con sus penetraciones. Únicamente cambió cuando en una estocada, apretó con mayor fuerza mis tobillos, cerró los ojos un instante y no salió de mi. Se quedó quieto, cerraba sus ojos suavemente, y respiraba profundo. Su pecho se inflaba ligeramente, al igual que su vientre. Y sentí como algo inundaba mi interior, después supe que era su semen, su lechita. Era suyo. Me desvirgó. Que se detuviera me permitió también de detener mi concentración, dejé de apretar mis dedos de las manos y los pies, y pude percibir el sonido de nuestra agitada respiración, pude percibir un aroma nuevo, aunque no lo lograba identificar del todo, pude percibir su frente, cara, pecho y abdomen brillantes y deslumbrantes por el sudor. Don Luis estaba en un ligero trance y yo en mi mente ahora pensaba que lo había logrado, entregarme a un hombre y hacer el amor.

Don Luis termino su breve trance, abrió lentamente los ojos y yo lo esperaba con mi mirada puesta en sus ojos, fui lo primero que vio en ese momento, junto con mi sonrisa. Su mirada volvió a ser suave, su sonrisa volvió a aparecer, con sus manos abriendo aun mis piernas, las acercó a su cara y besó mis pies. Volvió a abrir mis piernas y las colocó tras su espalda, al mismo tiempo que me tomó de la cadera, me acercó hacia él, y me volvió a besar apasionadamente. Lentamente, con mi cuerpo pegado al suyo, se levantó cargándome, con sus manos puestas en mi cola, y con su pene dentro de mi. Lentamente sin romper esa danza de movimientos suaves, tomo asiento, conmigo sobre él. Ahora sé que todo esto que sucedió, el trance de Don Luis, no fue más que el momento preciso en que eyaculó y depositó su esperma en mi interior. Situación que era natural sucediera de esa forma, ya que su penetración fue de la forma más natural posible.

De vuelta a nuestra posición inicial, el dolor en mi ano había prácticamente desaparecido. Pero su virilidad continuaba en mi interior, y besándonos, yo me movía suavemente, con esos movimientos yo sentía un leve placer donde previamente hubo dolor, en la entrada de mi ano. Así besándonos y dándome ese ligero masaje con su pija que comenzaba a perder rigidez, me regaló un nuevo mensaje.

Ha sido un honor hacerte el amor nene, parece que comprendiste la lección.

Tenía razón, como he mencionado, era un chico aplicado, inteligente, y no hice más que seguir un par de instrucciones, comprender como funcionaban mejor en mi, y dejar que la situación me llevara.

Ya relajados, Don Luis me iba dando algunas explicaciones. Nos refrescamos con los productos disponibles en su tienda, nos vestimos, y mientras elegía los artículos que me llevaría, continuó respondiendo mis preguntas. Yo era directo, y él a su vez. No disfrazó de forma innecesaria ninguna de sus explicaciones. Me decía que era un chico muy inteligente, responsable, que había sido un honor ser el primer hombre en mi vida. No fue necesario prometernos nada, como repetir, o guardar la discrecionalidad pertinente. Yo lo asumí y él por su parte. Al finalizar la elección de los productos, se ofreció a darme los artículos en cortesía, sin embargo yo insistí en pagar, pues el punto de esa compra era dar algo a mi familia, resultado del trabajo que realicé como cargador para saldar el hecho relatado al inicio. Y así todavía, insistió a regalarme algunas golosinas, por el simple hecho de tener una atención con alguien especial, me dijo que notaba mi comportamiento independiente y lo celebraba, pero que también era bueno aprender a recibir atenciones cuando son de buena intención, por lo que acepté su obsequio con una sonrisa. 

Todo esto fue en un lapso de una hora y media aproximadamente. Mi abuela era mi cómplice en la sorpresa que quería darle a mi familia con mis compras, por lo que cuando llegaron mis papás a buscarme, ella les comentó que estaba de compras y que esperaran y se dejaran sorprender, que no se preocuparan, que yo estaría en el mercado. En total estuve fuera cerca de dos horas y media, al verme llegar arrastrando una caja que conseguí para llevar todo, mi papá corrió a ayudarme, contento, me preguntó que donde andaba, mi respuesta es que había comprado todo eso para sorprenderlos, pero que también me compré unos dulces y unas papas, y que quise quedarme a jugar un rato a los tazos con unos chicos que estaban en la explanadita del mercado, con los tazos que me habían salido. Metimos las cosas y todos estaban muy contentos con mi acción, y satisfechos con mi explicación por la demora, ya que finalmente no pasaban de las 7 de la tarde, había luz de día y estaba en un lugar cercano y seguro para la época.


Este es mi primer relato, por supuesto que hubo más encuentros y por muchos años con Don Luis. En la actualidad tengo 35 años, Don Luis ya no vive, falleció hace 8 años. Fuimos amantes prácticamente hasta su final. Nunca nos consideramos pareja, siempre fuimos discretos ante mi familia que nunca han sabido de mi desarrollo sexual. Me siento feliz de que haya sido Don Luis mi querido primer hombre.






martes, 10 de octubre de 2023

El viaje a Córdoba con el camionero

Durante años había fantaseado con la idea de tener sexo con un camionero. Soñaba con que fuera fuerte, varonil, recio, descuidado en su aspecto, que fuera un hombre maduro y heterosexual, bien macho. Como saben, los camioneros tienen muy buena fama de saber coger bien porque tienen las mejores maestras en el sexo: las prostitutas de la calle. Estas trabajadoras de las rutas enseñan a sus clientes (los camioneros) cómo cogerlas de la mejor manera, cómo moverse, dónde estimular, las mejores posiciones y los puntos de placer.

En mi vida laboral he tenido oportunidad de trabajar en distintas empresas, y en una de esas empresas conocí a un camionero que venía a retirar la producción de la fábrica. Nos pusimos a conversar varias veces y éste hombre era muy simpático y conversador. Yo me le quedaba mirando por su aspecto tan hermoso y varonil, entusiasmado escuchando sus anécdotas de las rutas y los viajes. Me encantaba su experiencia y en cierta forma yo lo admiraba. Me quedaba embobado mirándolo y él me veía a mí también, a veces con una sonrisa, él quitaba la atención de los demás para venir y hablar conmigo. Creo que desde el principio hubo una atracción muy fuerte. Creo que él se dio cuenta desde el principio que yo soy gay, pienso que a los hombres les gusta mi parte "femenina". Siempre traté de ocultar mi homosexualidad, pero en cierta forma siempre sale a la luz, y simplemente a veces la dejo salir sin importar lo que dirán.


Un día que este hermoso camionero vino a recoger su carga, nos pusimos a hablar, y me contó que él a pesar de estar casado, de vez en cuando se levantaba alguna mina, ya sea prostituta o de las chicas comunes, y las llevaba como "novia" a alguno de sus viajes. Entonces, mientras estábamos hablando, mi hermoso macho camionero soltó una propuesta que me tomó por sorpresa:

Camionero: -Estaría bueno que fueras conmigo a Córdoba uno de estos días. ¿Qué te parece, irías?

A lo que yo le respondí:

Yo: -Me encantaría. ¡No conozco Córdoba así que sería genial!

Mi entusiasmo no podía ser más grande. Estaba tratando de no mostrarlo tanto para no asustarlo, pero por dentro estaba flotando en las nubes.

Elegimos una semana donde yo estuviera de vacaciones para poder tener suficiente tiempo libre. Así que acordamos un día y un lugar por donde él me iba a pasar a buscar y ahí estuve. Fui a una parada de colectivos en la ruta a la hora acordada, y después de unos minutos apareció él con su camión Scania 112.



Yo llevaba ropa liviana y una mochila con un poco más de ropa y algunas pertenencias como para tres días. Así que él paró al costado de la ruta, se bajó del camión y me saludó con un fuerte abrazo, me metió un fuerte beso en la mejilla y me ayudó a subir, (noté que me miraba el culo desde abajo) me pasó la mochila, y yo estaba loca de entusiasmo y felicidad. 


Emprendimos el viaje y mi hombre tenía una hermosa sonrisa de par en par. Este hermoso ejemplar de camionero tiene unos dientes blancos grandes y una sonrisa completa como los actores de cine, y era morrudo, alto y pelo castaño, tiene piel blanca bronceada por andar en el sol de las rutas, (es descendiente de italianos), tiene manos grandes, el pecho peludo y una hermosa cola redonda se adivinaba a través de su pantalón azul de grafa. Su bulto también se marcaba a través del pantalón y se notaba que tenía un gran par de huevos.


Viajamos por varios kilómetros y me pidió que le cebara mate. Puso la garrafita y calentó el agua en una pava. Por supuesto, como su mujercita camionera, le cebé mate con toda alegría. Estaba dispuesto a todo, lo que me pidiera lo haría sin dudar, y cebarle mate a mi macho camionero me hacía más que feliz.


Luego de andar por varias horas, cayó la noche y paramos en una estación de servicio. Yo aproveché para ir al baño y pegarme una ducha, dejé mi cola lista para cualquier acción que pudiera venir después. Cuando volví vi que mi "novio" camionero estaba cocinando una rica comida en la garrafita. Muchos camioneros tienen todo el equipo completo arriba del camión, pues esa es su "casa" la mayoría del tiempo: una garrafa de dos o tres kilos, una hornalla, un par de cacerolas, vasos, platos y un juego de cubiertos. También tienen un equipo para bañarse: Toallón, ojotas, jabón, dentífrico, desodorante, y algo de perfume. Herramientas, equipo de mate, varias mudas de ropa y algunos hasta heladera tienen.


Después de comer llegó la hora clave: la hora de dormir. Hasta ese momento no habíamos hecho nunca nada. Así que para mí con él era mi primera vez. Estábamos en un pueblito llamado La Carlota, Córdoba, así que él me dijo:

Camionero: -Mañana tenemos que llegar a Córdoba Capital, tengo que ir a la fábrica y descargar, así que tengo que levantarme temprano. Vamos a dormir. 

Mi corazón saltaba dentro de mi pecho. Él empezó a sacarse la ropa y en un segundo estaba sólo con un bóxer blanco puesto. Mis ojos lo miraban maravillados, casi con desesperación, absorbía cada centímetro de su cuerpo, ese pecho y panza peluda, y especialmente su entrepierna. Yo lo miraba como un "violador" en potencia. Él tenía un gran bulto que dejaba entrever lo que había dentro de su ropa interior. Se me quedó mirando y viendo cómo yo absorbía cada célula de su ser. Entonces se acostó en la cama del camión y se quedó esperando expectante... 

Hice mi primer movimiento: me senté en la cama y acaricié su bulto por encima del bóxer. Como él no hizo nada seguí con mis avances. Le bajé el bóxer y apoyé mi nariz y boca en su verga y su vello púbico. Sentí el suave olor de su verga, era un olor hermoso, algo de mezcla con meo y algo de líquido preseminal, dulzón y excitante. Me llené la boca con su pija y la chupé con todas las ganas, haría todo lo posible para que ese hombre no se olvide de mí, y para hacer que ese viaje sea inolvidable para los dos. 

Se la chupé con gran entusiasmo, se la agarraba con fuerza y le hice garganta profunda varias veces y en poco tiempo esa verga estaba dura y maciza como una piedra. Sentí su líquido preseminal entrar en mi garganta y sabía que mi hombre estaba muy excitado. 

Mi cuerpo se convirtió en una verdadera aspiradora, una máquina succionadora de pijas, una verdadera boa constrictor dispuesta a tragarme cada centímetro de la verga de ese hombre. Le chupé las bolas y lo pajeaba y sentí su orgasmo casi por venir. Paré un poco y volví a metermela en la boca hasta que llegaba a mi garganta y me hacía ahogar esa pija gruesa. Sentí sus gemidos de placer y supe que estaba haciendo un buen trabajo. Su verga se puso más dura que nunca y pensé "éste es mi momento" así que empecé a chupársela más rápido, y volví a hacerle garganta profunda una y otra vez, y entonces el dijo:

Camionero: -Voy a acabar, voy a acabar

Él pensaría que la iba a sacar de mi boca para que acabe en la sábana o sobre su pecho, ¡pero Nooo! ¡Yo no estaba dispuesto a desperdiciar ese delicioso néctar! Le dije:

Yo: ¡Sí, papito! ¡Acaba, dame la lechita papi!

Y seguí chupándosela hasta que sus gemidos se hicieron más fuertes y sentí su esperma saliendo de su hermosa verga y entrando hasta el fondo de mi garganta, fue como una erupción de esperma, un géiser de leche que llenaba toda mi boca y me tragué hasta la última gota. Que rica esta esa lechita! 



Su cara de satisfacción y de placer me dieron la confirmación de que lo había disfrutado de verdad y me sentí más que contento con mi tarea bien hecha.

Yo me saqué toda la ropa y dormimos desnudos en la cama del camión mientras él me hacía "cucharita".

A la mañana siguiente nos levantamos temprano y comenzamos a andar mientras yo le cebaba mate y veíamos el amanecer en la ruta. 

Llegamos a la fábrica en Córdoba, descargamos y en una media hora más emprendimos el camino de vuelta a Buenos Aires. Anduvimos como hasta las nueve de la noche y paramos en un lugar llamado Hughes, en la provincia de Santa Fe. Paramos en una parrilla y yo decidí que iba a tomar otro baño para estar lista para mi camionero. Pero él me dijo: 

Camionero: -Esperá, vamos a comer algo en la parrilla y después nos bañamos juntos. ¿Eh, dale?

Yo: -¡Dale, me encanta!- Respondí con entusiasmo

Así que comimos una rica parrillada para dos, tomamos un agua saborizada porque él tenía que manejar al otro día. Y después de hacer una pequeña sobremesa nos fuimos a bañar.

Entramos a la ducha los dos desnudos y mi excitación era fabulosa. A esa hora era difícil que viniera alguien porque era bastante tarde. Agarré el jabón con fuerza y se lo pasé por todo su cuerpo. Le enjaboné el pecho, los brazos, las piernas, le enjaboné la verga y lo pajeaba con bastante espuma, acariciando sus bolas y su verga que ya estaba bien dura. Me dijo: "Esperá que quiero penetrarte adentro, en el camión". Nos enjuagamos y salimos de la ducha.


En un rato más estábamos en la cama del camión. Nos desnudamos enseguida y se la volví a chupar, pero esta vez me pidió que me pusiera en cuatro. Cave decir que su verga no era muy grande, era una pija normal de unos 16 cm pero si era muy gruesa, su aspecto era lindo, muy lindo, suave, blanca, de una gran cabeza rosada, era una verga hermosa como para sacarle una foto y ponerla en un recuadro. Sus bolas son bien grandes y colgantes. 

La fue introduciendo en mi culito de a poco, mientras besaba mi espalda y cuello con leves mordidas que me volvían loco. Hasta que la metió hasta las bolas. Y empezó con vaivén de mete saca con buen ritmo.

¡Me encantaba la forma en que se balanceaban con cada uno de sus movimientos!. Pero lo que más me gustaba era la maestría con que movía su cuerpo y usaba esa hermosa verga. Era como un maestro del sexo, un verdadero adonis de las rutas argentinas. 

Me hizo ponerme en cuatro y me cogía agarrándome de la cintura. Me daba nalgadas de vez en cuando y me decía:

Camionero: -¿Te gusta putita, te gusta mi pija?

Yo: -¡Sí, papito! ¡Cogeme, cogeme por favor! 

Camionero: -Ponete así de costado.

Nos pusimos en la posición de cucharita y me cogió así de una manera magistral. A lo que yo respondía moviendo mi culo para adelante y para atrás, y también zarandeándome como una bailarina de samba brasilera haciendo círculos con mi cintura. 

Camionero: -¡Vos sí que sabés disfrutar de una buena pija!

Yo: -Sí, papi! ¡Me encanta tu verga, la quiero toda para mí!

Entonces me puse boca abajo y él puso un almohadón debajo de mi cintura. Y se ubicó arriba mío y empezó a clavarme en esa posición. Se movía como una locomotora, era un tractor topándome una y otra vez. Se movió hacia adelante para que la penetración fuera más profunda. ¡Qué pedazo de macho tenía, bien adentro, y sólo para mí!

Él se movía arriba y abajo, y yo sentía clavarse esa verga y sus bolas castigando contra mi cola y mi éxtasis fue enorme. Me cogió así un rato más y me dijo: 

Camionero: -¿Adónde la querés, adónde la querés...?

Yo: ¡Adentro, mi macho, la quiero toda bien adentro!

Camionero: -¿¡Te gusta, putita!? ¿¡Te gusta, querés mis hijos adentro!?

Yo: -¡Sí, papito! ¡Llename la cola de leche, haceme tuya para siempre!

Camionero: ¡Ahhh, Ahh, AAAAAHHH!

Me agarró con fuerza de los hombros por debajo del pecho, me apretó contra la cama y me clavó la verga hasta el fondo mientras me mordía la espalda. Me mordió como los caballos sementales muerden cuando montan a sus yeguas.

Camionero: ¡¡Mmm!! ¡¡Mmmnnn!! ¡¡Ohhh!! ¡Me dejaste seco putita! ¡Toda mi leche está dentro tuyo!!

Se quedó así resollando sobre mi cuello por un rato y después se levantó de encima mío y nos dispusimos a dormir, de nuevo abrazados y más que satisfechos. ¡Yo era la persona más feliz del mundo!





Al otro día llegamos a Buenos Aires y me dejó en la misma parada donde me había levantado, me dio un fuerte apretón y un besazo que me dejó flotando en el aire. Y se fue cantando feliz y contento: 

¡Hasta el amanecer, haremos, haremos el amor! 




martes, 15 de agosto de 2023

Un papi dominante me rompe el cul0 y me hace su put@


Me consideraba un hombre bi-curioso y no tenía casi ninguna experiencia.

A los 28 años, decidí intentar conocer a alguien de nuevo y creé un perfil en un sitio de contactos. En el mismo, me identifiqué como bi-curioso, tenía poca experiencia y solo quería encuentros sin compromisos, y enumeré mis intereses como "a pelo", "anal", "oral" y "pezones". También publiqué algunas fotos privadas de mi culo, la entrada de mi agujerito y mi verga. Me describí como que mido 1,74 m y peso 72 kg.


A las pocas horas de la publicación, recibí algunas visitas, la mayoría de otros tipos bi-curiosos y de pasivos. Luego recibí un mensaje de un tipo que despertó mi interés. Tenía 47 años y tenías los mismos intereses casi que yo. Su perfil no tenía foto de cara, pero sí incluía un par de su verga, que se veía muy tentadora. Él era de 1,83 m y pesaba 110 kg. Me pidió ver mis fotos privadas y se lo permití.


Unos minutos más tarde, llega otro mensaje: "Che, me interesa conocerte. Podemos vernos si quieres hoy más tarde".

Le contesté que estaba también interesado, y le reiteré que tenía poca experiencia - compartiendo detalles de mis otros dos encuentros anteriores - pero que estaba buscando chupar pija, y un 69 como el siguiente paso en mi exploración sexual. Quedamos en encontrarnos más tarde por la tardecita en su casa, que estaba a media hora más o menos de la mía.


A medida que se acercaba la hora señalada, me duché y salí, ansioso, y con la esperanza de que este encuentro fuera más satisfactorio que los dos anteriores.


Vivía en una pequeña casa antigua en un calle sin salida. Me quedé mirando un momento la entrada de la misma, después fui hasta la puerta principal y toqué el timbre. La puerta se abrió y fui recibido por un hombretón hermoso por cierto. Estaba con una barba de unos días, bastante tupida, tenía el pelo oscuro pero estaba gris a los lados. Estaba con unas pantuflas, usando jeans con una camisa de franela que no estaba totalmente abotonada. Podía ver su pecho peludo a través de la abertura. Cosa que me excitó.

- Entrá, dijo. Me llamo Enrique pero decime si querés Quique.


- Soy Nicolás, le dije, entrando en la casa.

- Tendrás que quitarte los zapatos, Nico, dijo. Acabo de terminar mi piso, y no quiero ningún rasguño.

Me los quité, quedé con las medias, y lo seguí hasta el living.

- Sentate y ponete cómodo, me dijo, señalando un sofá. ¿Querés tomar algo? ¿Agua o algo más fuerte?

- No, gracias, ledije, sentado en el sofá, un poco nervioso.


Se sentó a mi lado, su muslo derecho tocando mi muslo izquierdo.


- Así que, no mucha experiencia, eh, me dijo. - Eso es genial. Tendrás un poco más pronto.

- Por eso estoy acá, le dije algo nervioso. Como te dije, espero dar el siguiente paso y probar un poco más.

- Puedo ayudarte con eso, dijo, con una pequeña risa. ¿Por qué decidiste aceptar mi oferta en particular? ¿No ningún otro antes?

- Bueno, tus intereses coincidían con los míos en su mayoría, le dije. Había otros, pero ninguno me interesó.

- ¿Algo más? Preguntó.

- ¿Qué quieres decir? Yo respondí.

- Bueno, eres un hombrecito, dijo. Yo soy casi mucho más grande, más alto y probablemente te supere en 30 kilos o más. He conocido a muchos tipos como vos y tienden a gustarles los hombres más varoniles. ¿Te suena a vos, Nico? ¿En general en el porno se inclinan hacia los papás y los osos, grandotes y peludos, por ejemplo?

Puso su gran mano en mi muslo, y lo apretó. Podía sentirme poniéndome rojo de tímido que soy. Le miré la mano enorme que tenía. Tal vez tenía razón. Tal vez subconscientemente por eso no me interesaban los otros tipos que se acercaron, pero si le respondí a él.

- Quieres chupar la verga de un hombre de verdad, ¿no? Él dijo, en silencio. Era más una declaración que una pregunta. - Levantate y desnudate para mí. Quiero ver si vales la pena.

Me levanté, me quité la camisa y se me cayó. Me desabroché los pantalones y lentamente me los quité, y luego me quité las medias. Con mis pulgares en la cintura de mi slip los bajé hasta mis tobillos y salí. Me quedé desnudo delante de Quique.

Tomó mi verga flácida entre sus dedos y dijo: Ja, la pija de un hombrecito. No la vas a necesitar hoy.

Me soltó y me dijo que me diera la vuelta.

Hice lo que me pidió. Me pasó una mano por el culo.

Bonito culo, sin embargo, dijo. Date la vuelta otra vez, y ponete de rodillas.

Me di vuelta y me arrodillé. Levantó su pierna izquierda y puso su pie en mi cara.

Lamelo, ordenó.

No me esperaba eso, pero saqué mi lengua y comencé a lamerle la planta del pie. Eso duró unos 30 segundos. Sentí su olor a pata, y su sabor saladito al pasarle la lengua, me encantó. Estaba excitado y podía sentir que empezaba a endurecerse mi pija. Movió su otro pie y lo frotó en mi pija, mientras seguía creciendo.

- Bueno, ahora que hemos establecido con firmeza qué tipo de hombrecito sos, vení al plato principal, dijo.

Sacó la pierna de mi cara, agarró mi camisa del suelo y se secó el pie. Se puso de pie y dijo: Seguime.


Subimos a su habitación. Agarró una toalla de una silla cercana y la extendió por el suelo.

- Arrodillate.

Me arrodillé sobre la toalla. Se paró frente a mí, pero no dijo nada. No tenía que hacerlo, yo sabía qué hacer.

Me acerqué, le desabroché el cinturón, le bajé el cierre, le bajé los jeans. Podía sentir un fuerte olor a macho en su entrepierna desde la tela de su boxer. Como yo, se quitó la camisa y la tiró en una silla cercana. Se terminó de quitar los jeans. Luego me acerqué y le bajé ese bóxer que noté mojado. Y los tiró a un lado.

Todavía estaba flácida su verga, pero estaba claro que era bastante grande. Tentativamente la tomé con mi mano derecha y me incliné. Le besé la cabeza y le lamí la rayita, saboreando y sintiendo su gustito. tenía sabor a meo y creo que a una previa paja. Y entonces, por primera vez, puse la verga de otro hombre en mi boca. Giré mi lengua alrededor y chupé, y sentí que empezaba a endurecerse. Con mi mano izquierda, le masajeé las pelotas, como había visto en los videos porno. Tenía una erección furiosa y con mi mano derecha y empecé a masturbarme.

- ¿Dije que podías hacer eso? Dijo, con un poco de tono amenazante en su voz. - Tenés que centrar todo en mí. Acá soy el macho y vos mi putita. ¿Está claro?

Yo asentí con mi cabeza, y seguí chupando su verga enorme. Me dejé llevar y me concentré sólo en él.

En poco tiempo, se le puso completamente dura. Y largaba mucho preseminal. Me lo saqué de la boca. Era gruesa, tal vez con unos 18 cm de largo, y curvada hacia arriba. Estaba brillando con mi saliva en ella. Le lamí la rayita de su cabeza mientras salía una gota de presemen y lo volví a poner en mi boca. Puso sus manos en mi cabeza y empezó como a cogerme fuerte metiéndola hasta mi garganta. Inmediatamente empecé a ahogarme, pero él no se detuvo. Se mantuvo en ello, empujando más su verga mientras me asfixiaba y ahogaba y yo escupía saliva goteando desde mi boca hasta mi regazo y la toalla. A pesar de mis mejores esfuerzos, podía sentir mis dientes ocasionalmente mordiendo su verga, pero no parecía importarle. Puse mis manos en sus muslos y traté de alejarme, pero él me agarró con fuerza y siguió metiéndola, hasta que finalmente me soltó y me retiré. Jadeé, caí sobre mi culo e intenté recuperar el aliento. Había perdido mi erección durante la cogida de boca que me dio. Me limpié la saliva de la barbilla.

- Con más práctica, putita, vas a aprender a no morder, dijo, sonriendo.


Se subió a la cama, se apoyó contra la cabecera y abrió las piernas. Una vez más, sabía qué hacer. Me subí a la cama y me arrastré entre sus piernas, me arrodillé y comencé a chuparle la verga nuevamente. Una vez más giré mi lengua alrededor de su glande y chupé con esmero. De vez en cuando me lo sacaba de la boca y le lamía la rayita absorbiendo sus jugos que no dejaban de salir. Mientras continuaba chupándole la verga, probé su preseminal hasta que ya no salía. Cuanto más chupaba, mejor me volví en más experto, y capaz chupar su pija hasta que llegue a mi garganta sin ahogarme.

-Chúpame las pelotas, ordenó.

Bajé y lamí sus huevos, y puse un testículo en mi boca, girando mi lengua alrededor de él como había hecho con su verga. Luego hice lo mismo con el otro. Me trague algunos pelos de sus huevos con puro gusto. Y sentí su aroma a macho en sus bolas que me encantó.

- Ahora lame el área debajo de mis pelotas, dijo.

Usé una mano para quitarle las pelotas del camino y me incliné más hacia abajo y le lamí el perineo. Estaba un poco transpirado y oloroso, pero no de una mala manera, extrañamente me gustó.

- Está bien, es suficiente, dijo. Date la vuelta. Es hora de hacer mío ese pequeño culo tuyo.

- No, de ninguna manera, dije, mientras me arrodillaba. - Estoy feliz de chuparte hasta que acabes, pero no voy a dejar que me cojas.

Su cara se nubló, y agarró mi brazo derecho y lo retorció violentamente. Grité, mientras caía a un lado. Me agarró e inclinó hacia adelante y me empujó sobre mi estómago. Acostó mis piernas, las sostuvo y puso una mano entre mis omóplatos y me sostuvo. Oí un ruido de que largó bastante saliva y la sentí en mi culo.

- Tu perfil decía que te interesaba coger, dijo. - No me gusta que me tomen el pelo. No sólo te voy a coger, y romper el culo, sino que me lo vas a agradecer.

Luché para escapar, pero no sirvió de nada. Era demasiado grande y fuerte, y me retuvo. Puso una mano en mi cuello y presionó hacia abajo. Sentí su peso sobre mí mientras se inclinaba hacia adelante, atrapándome debajo de él, ahora presionando su antebrazo sobre mi cuello. Él frotó su verga por la raya de mi culo. Luego la sentí en mi agujerito y empezó a penetrarme. Al principio me dolió un poco, pero había jugado con consoladores así que no me dolía demasiado. Seguía presionando hasta que entró toda su verga. Tuve una extraña sensación de estar lleno. No se movió durante un rato, dejándome acostumbrarme a su pija. No podía creer que esa gruesa y enorme verga estaba dentro mío. En el fondo me excitó de nuevo.

Luego empezó a cogerme, lentamente al principio, manteniendo un ritmo constante, sus pelotas golpeándome el culo con cada embestida. A pesar de las circunstancias, empezó a sentirse bien, me estaba gustando muchísimo la verdad. Había fantaseado con ser cogido y planeaba hacerlo eventualmente, aunque no como estaba sucediendo. Pero me sentí bien, que no podía negarlo. Tant que no pude evitarlo y empecé a gemir, tal vez en el fondo quería que me cogieran así.


- Uf te gusta eso, ¿verdad putita? gruñó. - Dime cuánto te gusta.

- Me encanta, por favor no pares, lloré.


- No voy a parar hasta que haya terminado, dijo, riendo. ¿De quién sos putita?

- Soy tu putita, toda tuya, lloré.

- Así es, hombrecito, dijo. - Podría hacerte uno de mis habituales, si tenés suerte y te portás bien.

Empezó a cogerme más fuerte y más rápido, gruñendo con cada embestida. Me dio chirlos en el culo un par de veces, enrojeciéndomelo. Lloré de dolor cada vez que lo hacía. En un momento llevó sus manos debajo de mi pecho y me retorció los pezones, generando otro gemido en mí. Luego se levantó un poco y puso ambas manos en la parte superior de mis brazos, presionándome hacia abajo, mientras continuaba cogiéndome más y más fuerte. Podía sentir su verga palpitar cada vez que entraba más profundo.

- Tomá putita, dijo. - Vas a recibir la lechita de un hombre de verdad.

Continuó cogiéndome bien a lo bruto durante un par de minutos, pero no estaba seguro. Me había perdido en el momento. Finalmente, gritó y sentí que su verga comenzaba a descargar toda su leche en mi culo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco embestidas acompañadas con chorros de semen mientras acababa. Luego se desplomó sobre mí. No podía moverme, con su peso presionándome y aplastándome. Pero me sentía en la gloria, muy feliz, y había acabado también cuando sentí su leche llenándome las entrañas. Podía sentir que su verga empezaba a ablandarse y luego la sacó, y rodó sobre su espalda.

- Limpiame, ordenó.

Empecé como pude a levantarme de la cama para agarrar una toalla o algo del baño, pero él me agarró del brazo y me arrastró de vuelta hacia él.

- Dije, 'limpiame', mientras guiaba mi cabeza hacia su verga.

Casi me vomito al pensarlo, pero me recosté y le chupé la pija, saboreando una desagradable mezcla de semen, lubricante y mi culo. Cuando terminé, me hizo a un lado.

- ¿Qué es lo que  se dice? Preguntó.

- Gracias, contesté, mi voz apenas por encima de un susurro.






martes, 18 de julio de 2023

El olor a pata de Guillermo

Siempre me habían llamado la atención los pies de los chicos que me gustaban.

Estaba muy nervioso con la idea de que fuera a venir a mi casa Guillermo.

Al salir de clase me fui corriendo a mi casa.

Al llegar mis padres me dijeron que tenían que irse pero que volverían para cenar.

Íbamos a estar él y yo solos en mi casa toda la tarde.


Guille llegó puntual, llevaba las mismas zapatillas que esa mañana y no sé porque eso me excitó un poco, debo confesar.

Fuimos a mi habitación y nos pusimos a hacer el trabajo práctico que nos pidió el profesor de Biología.

Cuando llevábamos una hora decidimos tomarnos un descanso.


-Me gustan tus zapatillas -le dije intentando romper el hielo.

-Están un poco gastadas -dijo moviéndolas.


Me quedé embobado mirando sus zapatillas y él se dio cuenta fue un momento un poco incómodo pero se pasó rápido y seguimos con el trabajo. Las tenía un poco sucias del uso cotidiano, y algo viejitas.

Una parte del trabajo consistía en hacer un dibujo de una célula en una cartulina grande y le dije a Guille que iba a empezar con eso mientras el terminaba la otra parte.

Como no había espacio suficiente me puse en el suelo.

Tenía los pies de Guillermo cerca y disimuladamente me iba acercando hasta que estuve lo suficientemente cerca como para que llegara el olor que salía de sus zapatillas.

Era un olor leve pero se notaba que dentro de las zapatillas el olor era mucho más intenso. Y me atraía ese olor a patas que él tenía, creo que hasta se me mojó la pija.


-¿Por qué me mirás tanto las zapatillas? -me preguntó.

-Por nada especial, simplemente me gustan.

-¿Te gustan las zapatillas o el interior?

Me quedé callado mirando al suelo.


-Una vez en un chat un hombre me dijo que si le podía enviar mis calcetines usados -dijo él-.

¿Te gustan esas cosas?

-Un poco. Le respondí tímidamente.

-Tengo curiosidad por saber como es estar con una persona así, me gustaría probarlo algún día.


Yo seguía callado pero cada vez estaba más excitado.

-A mi también me gustaría probarlo -dije al fin-.

Mis padres no vuelven hasta esta noche y casi hemos terminado el trabajo.

-Adelante entones -me dijo acercándome las zapatillas.


Me abalancé sobre sus zapatillas y empecé a oler en el hueco entre la zapatilla y el tobillo.

El olor era maravilloso. Empecé a desatar los cordones y le saqué las zapatillas.

El olor inundó toda la habitación, era bastante intenso su olorcito a patas.

Le masajeaba los pies con los calcetines puestos, estaban empapados en sudor.

De repente Guille tomó la iniciativa y me puso los pies en la cara, solo me llegaba el olor de sus pies.

Mi pija estaba a punto de reventar en el pantalón.


-Vamos a la cama, creo que estaremos más cómodos -dijo mientras me quitaba los pies de la cara.

Al ponernos de pie vi que él también se había excitado.

-Veo que realmente te gusta esto -dijo Guillermo.

-Casi podría acabar solo oliéndote los pies.

-Vamos a hacer mucho más que eso. Me dijo con voz decidida.


Me tumbé en la cama y Guille se quitó los calcetines y me puso los pies descalzos y sudados sobre mi cara.

Apestaban muchísimo y podía notar la humedad en mi cara. Me encantaban. 

-A mí también me gustaría oler tus pies. Me dijo

Entonces me quitó las zapatillas y puso mis pies sobre su cara.

Notaba la respiración en mis pies, era una sensación excitante.

Me quitó las medias y empezó a lamer los dedos de mis pies.

Me estaba gustando tanto que no podía evitar gemir. Empecé a hacer lo mismo y sentir el gustito de sus pies era la gloria.

-Soy bisexual, en clase no lo sabe nadie -dijo Guille-.

He quedado con varios hombres que he conocido por internet, pero es la primera vez que me pongo así.


Guillermo sobaba mi pija con uno de sus pies por encima del pantalón pero quería más. Me quité la ropa y él hizo lo mismo.

Su cuerpo era una delicia con una pancita, bien morrudo, grandote y muy velludo.

Nos tumbamos de nuevo en la cama y me puse a chupar sus pies con pasión, tenían un sabor salado muy concentrado y riquísimo.

Fui subiendo por la pierna hasta llegar a su pija, la tenía llena de líquido preseminal. Era gruesa, cabezona, con un olorcito que me volvía loco de placer.

Me lancé a chupársela, saborear ese líquido riquísimo mientras escuchaba sus gemidos y notaba sus pies sobre mi espalda arqueándose del placer.

-Quiero que me la metas -le dije-.

Quiero que dejes tu lechita dentro de mí.


Busqué una crema que tenía en el cajón de la mesa y me puse un poco en el culo, me tumbé hacia arriba y puse las piernas sobre los hombros de Guillermo.

-¿Es tu primera vez? -preguntó.

-Sí.

-Al principio puede que duela un poco.

Él introducía su verga gruesa poco a poco.

Sentía un escozor flojo pero cuando dio el último empujón me dolió bastante y grité.

Cuando pasaron unos minutos Guille lo intentó de nuevo y esta vez no sentí casi dolor.

Con cada movimiento un escalofrío recorría todo mi cuerpo, sentía un placer enorme pero faltaba algo.

Busqué con las manos hasta encontrar sus medias sudadas y me las puse en la nariz.

¡Qué olor! ¡Qué sensación! Era el paraíso.

De repente Guille agarró mis pies, se los puso en la cara y empezó a lamerlos.

La sensación que me producía que él me chupara la planta y los dedos de los pies junto con el fuerte olor de sus calcetines era demasiado, casi acabo ahí mismo.

Guillermo aumentó el ritmo y noté su pija palpitando en mi interior soltando todo su semen en mi culo, no pude más, y acabé llenando todo mi pecho y abdomen con mi semen.

Nos quedamos quietos unos segundos mientras recobrábamos el aliento, tenía sus medias en la cara y con cada respiración inhalaba su olor.


-Será mejor que terminemos el trabajo antes de que lleguen mis padres -dije.

-Claro.


Mis padres volvieron al poco de terminar el trabajo.

Acompañé a Guillermo hasta la puerta y al despedirnos me dio algo.

-Quédate con mis medias, seguro que las vas a usar más que yo -dijo con una sonrisa pícara.


Aquella noche me hice varias pajas con aquellas medias apestosas de Guille.




miércoles, 14 de junio de 2023

El amigo de mi padre

Hector, amigo de mi padre, mi iniciador, me desvirga, me preña y me hace suyo, convirtiéndome en su hembrita.


A mi edad adulta vienen a mi mente, aquellas experiencias que he tenido a lo largo de mi vida, de las cuales guardo bellos recuerdos. Mi infancia transcurrió dentro de una estricta disciplina por parte de mi padre, mi madre era más condescendiente. mi nombre es José.


Aún recuerdo con agrado de cómo sucedió aquella mi primera experiencia, con un hombre amigo de mi padre.


Héctor siempre fue amigo de mi padre, así que lo conocí en casa desde que tengo uso de razón. De carácter jovial, alegre, simpático, siempre amable conmigo, soltero empedernido, tocaba la guitarra, le gustaba cantar, bien entonado, ocurrente, todo un tipo, en ese tiempo tendría unos 35 años, de cuerpo se veía bien, con algo de panza cervecera, y recuerdo que tenía manos grandotas.


Muy seguido estaba de visita en casa, no había semana que no viniera siempre con algún presente para mí, amigos desde la infancia con mi padre, ahora se habían reencontrado y habían reiniciado una buena amistad.


A mi edad por esa época asistía a la secundaria, una tarde al salir de mi escuela un compañero me dijo que un hombre le había preguntado por mí en salida, y si, cuando salí vi que era Hector.


-Tu papá me dijo que te llevara a casa, él tiene mucho trabajo y me pidió que pasara por ti y te llevara a casa.


No desconfié de él, me subí a su auto, y me llevó directamente a mi casa.


Desde ese día se aparecía por mi escuela con mucha frecuencia, a veces me invitaba un helado, o una gaseosa, comenzamos a tenernos mucha confianza, ahora que lo pienso, él se tomaba libertades conmigo, en ese momento sus manoseos no se me hacían extraños, me acariciaba las piernas, me daba palmadas o toques en las nalgas, o se pegaba a mí por detrás, llegó a poner mis manos entre sus piernas y se la acariciaba por sobre el pantalón.


Un día me llevó a su departamento, me mostró fotos de chicos y hombres desnudos, y en esas fotos los hombres maduros tenían sexo con jovencitos. Ese día me acaricio todo mi cuerpo con ropa, me beso en la boca, yo le acaricié la verga por encima de su pantalón, Héctor estaba muy excitado, y yo igual, después de un buen rato de besos y caricias me llevó a mi casa.


Sus visitas por mí a la escuela se sucedieron frecuentemente, después me subía a su casa y o en el primer lugar solitarios estacionaba el auto, nos besábamos en la boca, me acariciaba las nalgas, yo se la sacaba, y con mis manos se la acariciaba, ese día lo hice hasta que se vino. Una tarde pasó a casa por mí, me llevo a tomar un helado, y después de eso me llevó en su auto hasta un lugar solitario y despoblado junto a un rio, nos fuimos al asiento de atrás, me estuvo acariciando, se sacó la verga bien parada.


¿Te gusta chiquito? Está muy caliente, es para vos.


Vení, acercá tu boquita, besala, abrí tu boca y mámala.


No dije nada, era mi primera vez, tenía un gusto extraño, pero me agaché y lo hice, tomó mi cabeza para que no parara de hacerlo y entre masturbadas y metidas en mi boca se vino dentro de ella. Esa mi primera vez sentí asco, y escupí el semen sobre un pañuelo que Hector me pasó.


A partir de ese día las visitas a ese lugar despoblado se sucedieron, me llevaba dos o tres veces a la semana, siempre para besarnos y darle una buena chupada de pija. Con el tiempo me acostumbré al sabor del semen, de su lechita, que ya lo tragaba y saboreaba como extasiado.


Un día según me dijo él que mi papa le pidió que fuera por mí a la salida de una fiesta de mi escuela, en ese tiempo se acostumbraban fiestas con gaseosas y papitas o salados varios, les llamaban "asaltos", me llevó a su depto, me mostró unas fotos nuevas que había conseguido, eran fotos de un hombre maduro con un jovencito de mi edad, donde el chico se la chupaba, y otras donde lo penetraba en varias posiciones.


¿Te gustaría que te lo hiciera? Me preguntó, pero no supe que contestarle, quedándome callado.


Sentado sobre su cama, me desnudó y me llevó a que me bañara. Me enjabonó y lavó todo el cuerpo, después de secarme me llevó a su dormitorio. Nos tendimos sobre la cama los dos desnudos, me besaba acariciándome, me metió sus dedos entre mis nalgas, buscando mi hoyito, acarició mis piernas, me las besó, él estaba excitadísimo, tenía su verga bien parada, muy caliente, con la confianza que nos teníamos lo masturbaba, le chupaba la pija, y le besaba los testículos.


Me abrazó con ternura, nos besamos ardientemente, acarició mi espalda, mis nalgas y mi pequeña pija. Tendido a mi lado, me abrazó por la espalda, puso su verga entre mis nalgas, la frotó con mi anito, y me dijo al oído:


Tengo deseos de metértela, he tenido ganas de cogerte desde hace mucho tiempo.


Yo no dije nada, una sensación de vergüenza y deseo me invadía, solo me abracé a él.


Dale porfa chiquito, me insistió, ¿te dejas coger?


Me da miedo, le conteste.


No te preocupes, tendré cuidado, ya verás cómo te va a gustar mucho, vas a sentirlo muy rico.


No le contesté, solo recuerdo que me abracé a él, con miedo, como pidiendo que no siguiera. Héctor se acostó boca arriba, y me dijo:


Josecito, dale chupa tu chupetín que tanto te gusta…


De rodillas entre sus piernas, acaricié su verga, le llevé el prepucio hacia abajo, le besé la cabeza, la lamí a la vez que le acariciaba los testículos.


Me urgió a que lo chupara y lo hice, me la metí en la boca, y comencé a chupársela como lo había hecho muchas veces en el auto, la tenía tan dura, parada. Me tomó de la cabeza y me obligó a tragarla toda, me ahogaba, me salían lágrimas, pero continué con su verga en mi boca.


Me abracé a él, de su mesita de luz sacó un frasquito, se mojó los dedos y comenzó a acariciar mis nalgas, pasaba sus dedos entre ellas acariciando mi anito, presionando para meter un dedo, y hasta lo hizo. Metiéndolo y sacándolo, fue lubricando a la vez que iba dilatando mi entrada.


Acostado tras de mí, puso su pija entre mis nalgas, en la entrada de mi anito, intentando introducirlo en mi virgen culito.


Relajate chiquito. No tengas miedo, aflojá y dejá que la introduzca.


Quizá por miedo o inseguridad no conseguía relajarme. Insistió una vez más con sus dedos, me abrazó por la espalda, siguió con sus manos jugando entre mis nalgas, acariciando mi anito, tratando de introducir, no dos sino tres dedos, me sentía algo incomodo, pero me agradaba, por fin cambió sus 3 dedos por su verga, la puso en la entrada de mí ya dilatado anito. Aún sentía temor, pero sus palabras de macho consiguieron que me tranquilizara.


Relajate nenito, voy a ser cuidadoso, solo te dolerá un poquito al principio, pero luego te gustará y disfrutarás de lo lindo.

Sus palabras me convencieron, traté de no tener miedo, me sentí más confiado, me relajé, noté una vez más su verga en la entrada de mi ano, traté de relajarme, deseaba sentirlo dentro de mí.


Así chiquito, –Me dijo, mientras colocaba la punta de su pija en la entrada. Empujó fuerte su verga y esta fue abriendo mi virgen culito a la vez que se iba introduciendo bien adentro.


¡Aaah! ¡aaaaah! Sentí un fuerte dolor, pero él no paró, continuó su penetración hasta que la sentí toda dentro de mí. No podía creer que la había metido toda.

Así permaneció sin moverse un momento, mientras me hablaba tratando de tranquilizarme y mi recién desflorado culito se fuera acostumbrando a aquel intruso que acababa de profanar hasta ese día mi virgen e inocente culito.

Afianzándose con sus manos de mis caderas, comenzó a moverse despacio, iba poco a poco, lo hacía con delicadeza. Ya mi culo se había acostumbrado a la verga que lo había profanado, el dolor había cedido. Ahora me sentía seducido por ese hombre bien macho con quien había pasado gratos momentos, y en esos momentos me estaba haciendo suyo por primera vez.

Sus manos eran suaves y calientes, él muy seguro de lo que hacía, iba sacando y metiendo su polla por mi culo, mientras me sujetaba con sus manos por mis caderas tirando de ellas hacia él.

Me dejé llevar por Héctor, sintiendo como se introducía una y otra vez en mí. Con la yema de sus dedos empezó a acariciarme mis pequeños y duritos pezones, en esos momentos me sentía muy caliente y excitado. Cerré los ojos y respiré profundamente notando como me estaba haciendo suyo. Héctor ya no hablaba, solo gruñía y jadeaba disfrutando de la culeada que me estaba dando. 

Aaah así chiquito mío, ves que ya no duele, disfrutá de tu macho.

Después de un rato donde me estuvo dando por el culo así, me giró poniéndome boca arriba sobre la cama, él entre mis piernas, penetrándome en esa posición, me tenía como un pollito asado. Y mis piernas abrazándolo. Héctor frente a mí, y yo sintiendo su verga muy dentro de mi recto, moviéndose, penetrándome hasta el fondo, una y otra vez, sacando su pija, apuntándola, y volviendo a introducirla, moviéndose frenéticamente, sin dejar de jadear mientras me cogía haciéndome suyo.

Estás riquísimo, sos un chico muy lindo, te estoy iniciando al mundo del sexo, me gustas y te deseo muchísimo, me decía mientras tenía su verga clavada en lo más profundo de mis entrañas, a la vez que acariciaba con sus manos mi abdomen y pecho, disfrutando de mis pequeñas tetillas a las que apretaba y pellizcaba mis hinchados pezones, mientras me miraba a la cara viendo como abría la boca disfrutando de la cogida que me estaba dando.

No contesté nada, solo me salió un gemido natural, era algo nuevo para mí, solo sabía que aquello me estaba gustando, aquello me hacía estar caliente y excitado como nunca lo había estado. Mi pequeña pija estaba erecta, él la agarró entre sus manos, acariciándome mientras me cogía, introduciéndome toda su pija en mi culo, una y otra vez, notando como sus huevos golpeaban una y otra vez hasta ese día mi virgen anito.


Cambió otra vez de posición, seguía tendido boca arriba, con sus pies sobre el piso, puso una almohada sobre mi intura para subir mi culo, me abrió de piernas y puso mis pies sobre sus hombros, a la vez que con una mano colocaba su verga en la entrada de mi anito y me penetró de una sola vez, se había introducido hasta lo más profundo de mi ser. Tomando mis caderas, comenzó a moverse dentro de mí. Una y otra vez me hundió su verga, una y otra vez me penetró fuertemente y rápido. Como un animal me cogía. Yo lo soporté, a la vez que estaba disfrutando de la primera cogida de mi vida.


Gemía y gritaba aferrándome a él, mientras él me daba por el culo, escuchando como su pelvis golpeaba mi pequeño culito, pudiéndose oír el sonido que producía mientras estaba siendo culeado, plof, plof plof plof, plof, plof plof plof.


Noté como él afianzándose fuertemente de mis caderas, apuraba sus embestidas haciéndolas más rápidas y profundas, empecé a sentir su pija palpitar dentro de mi culito, a la vez que gruñía fuertemente, como todo un oso, se tensó, y sentí como se corría dentro mío, dejándome su lechita en lo más profundo de mi ser. Me había preñado con su semen.


¡Oooh! ¡oooooh que rico! Que rico mi bebito! Papi te esta dando su lechita! 

Me estaba gustando aquella sensación que estaba sintiendo; que rico papi, méteme la verga, cógeme, soy para vos papi, le gritaba notando como me estaba preñando.


Si mi niño sí, ya eres mío, te lo aseguré chiquito, te dije que te iba a gustar. Estás disfrutando tu primera cogida y esta no será la última, esta es la primera, ahora ya eres mi hembrita, y te voy a preñar siempre que quieras.


Fue increíble, siguió tumbado sobre mí, con su pija dentro de mi culito, mientras me besaba y mordía mis labios susurrándome lo mucho que le gustaba y lo mucho que me quería, y que yo era su mujercita desde ahora en adelante.


Yo no podía más, también yo estaba muy caliente y excitado. Héctor siguió penetrándome, vibrando en mi interior mientras su semen terminaba de salir de su polla, dejándome preñado y bien lleno de su leche de macho.

Desde ese día cada vez que podía me iba a buscar para repetirlo...