martes, 9 de enero de 2024

Mi Don Luis Querido

Cursaba 2o grado de primaria, era muy buen estudiante con buenas notas en la escuela, pero no tenía habilidades sociales, era tímido, y a la vez alegre pero no tenia amigos, aunque me llevaba bien con la mayoría de mis compañeros de grado. Media 1.30 cm, bajito a comparación de mis compañeros, siempre me ponían al inicio de las filas por este motivo. Cabello castaño, ojos marrones claros, era y soy delgado, tez blanca, y lampiño en aquel entonces.

En una ocasión me invitaron a la salida a jugar tazos, era 1997 y era algo popular. Acepté, éramos 5 o 6 niños. La suerte me sonreía y estuve ganando, pero no vi el tiempo, se me fue una hora en esa partida. Rápidamente me fui a casa de la abuela, lugar donde pasaba las tardes hasta que llegaban mis papás después del trabajo, por mis hermanas mayores se quedaban cursando; la casa estaba a un par de cuadras de la escuela, y en el trayecto se encontraba un mercado con locales. Al llegar, me di cuenta que olvidé la mochila, regresé corriendo y no la encontré. Por la tarde al llegar mis padres y enterarse, no me retaron, solo me dieron una llamada de atención que a pesar de ser suave, yo me sentía muy mal porque mis papás siempre fueron comprensivos, no teníamos mucho, pero no faltó nunca lo necesario. Al día siguiente le comenté a la abuela mi sentimiento de angustia, y ella me sugirió ayudar a recuperar la inversión de los útiles, y que una idea segura (en esa época) sería terminando la tarea, e ir al mercado a ayudar a cargar bolsas de las personas que realizaban sus compras, a cambio de una propina. Se conversó del tema y mis padres aunque no lo consideraron necesario, estuvieron de acuerdo.


Al día siguiente terminando la escuela, después de comer y hacer la tarea, salí a mi nueva actividad. Mi meta era reunir 30 pesos, que era la cantidad gastada por mis padres entre cuadernos, mochila, útiles en general. Como el mercado estaba cerca de la casa de la abuela, como lo mencioné, ya ubicaba bien ese lugar de todas las visitas que llegábamos a hacer, incluso mandados que por la cercanía, era el lugar para ir a la tienda, por verduras, etc. Me sabía mover en el lugar, y me ubicaban algunos comerciantes por ubicar a mi familia como sus clientes. Al verme con algunos conocidos, les comenté de mi actividad, y me ayudaron al presentarme con sus clientes. Como yo iba de uniforme, la gente me aceptaba la ayuda de manera amable, y me decían que era un buen chico y que era bueno aprender a ganarse la plata, a administrarse, me daban halagos por ese comportamiento, y las propinas eran desde 1 hasta 2 pesos, y algunas veces también me regalaban frutas y dulces adicionalmente. Para esta actividad, solo me dieron permiso una hora al día, ahora si veía el reloj y cumplía la tarea. Pasado una semana había reunido más de la cantidad planteada, se los entregué a mis padres pero ellos no lo aceptaron, pero agradecieron mucho el gesto, pedí permiso para seguir haciéndolo y lo obtuve.

Como dije, eso fue al terminar la semana, un viernes. Y en otra forma de agradecimiento a la forma de mis padres de manejar la situación, decidí comprar víveres para la casa, y me dirigí al mercado nuevamente. Comencé a hacer las compras, y al final dejé los víveres, para esto, fui a una de los locales que estaban dentro. Había una donde siempre comprábamos, pero yo decidí ir a una del fondo, donde siempre estaba un señor mayor atendiendo. Se me hacia muy alto, tenía el cabello canoso y usaba bigote canoso igualmente, de tez blanca, siempre usaba como una bata azul. El señor Luis siempre se mostraba muy atento, ya lo había visto muchas veces antes y él a mi, me sonreía, y me saludaba de lejos moviendo su mano, y desde tiempo atrás siempre me causaba atracción aunque en esa edad yo no lo sabía describir, sólo era “algo”, pero nunca había tenido oportunidad de interactuar con él, hasta esa semana.

Regresando un poco, al primer día de cargar bolsas, en varias vueltas pasaba frente a su tienda, que por estar al fondo, estaba en camino al estacionamiento, donde llevaba a la mayoría de los clientes. De ida, pasaba con la persona a quien estuviera ayudando, de regreso pasaba solo, y con esa libertad comencé a responder sus saludos. Este día, en una de estas vueltas, me llamó a su mostrador para conversar. Me ofreció un chupetín mientras yo le contaba porqué estaba en esa situación. Igualmente me felicitó por ese acto, y acariciaba mi cabello y lo revolvía de forma cariñosa. Su primer contacto me estremeció, me sentía muy a gusto al escucharlo, me gustaba ver sus labios, su sonrisa con la que me hablaba, su voz con tono amigable. Y me derritió por completo cuando me dijo que era un chico “muy bonito”.

Cada una de las vueltas tenía que ser por ese camino, frente a su local, me emocionaba, me ponía nervioso a la vez y al estar frente a él nuevamente, le sonreía, y él a mi. Así fue toda la semana.

Regresando al día que fui a las compras, lo saludé, le conté lo que estaba haciendo. Don Luis, con su sonrisa que me fascinaba me dijo que con gusto sería mi proveedor, y sugirió que pasara tras el mostrador para que yo pudiera ver mejor los productos en sus estantes y eligiera lo que me iba a llevar. Acto seguido, me abrió una puertita al final del mostrador, yo entré y el salió a meter mis bolsas que ya llevaba con las compras de los otros locales de frutas y verduras y una acción mas: bajó la cortina de su local con nosotros dentro, me dijo que era para que yo eligiera tranquilo y no tuviera interrupciones de otros clientes.

Yo estaba emocionado de que hiciera eso, porque si bien era un chico tímido, aplicado, responsable; también era consciente de que me atraían los hombres, y ver telenovelas con mi abuela llenó de imágenes mi mente. Las escenas de sexo en las novelas ya habían dejado sembrado el deseo de estar desnudo con un hombre, besarnos, abrazarnos y hacer el amor. Daba por hecho que eso era lo que significaba hacer el amor, los besos, las caricias de cuerpos desnudos; pero no sabia de la penetración, lo descubriría esa tarde.

Una vez dentro con el local cerrado, Don Luis me dijo nuevamente que era un chico muy bonito y me dio un beso en la frente. Le respondí agradecido y devolví el halago, diciéndole que él era un hombre muy pintón y bien parecido también. Don Luis me miró, no dejaba de sonreír pero su mueca cambió ligeramente con mi comentario. Me preguntó porque decía eso, respondí sin titubear que me gustaba mucho, desde hace mucho tiempo  y que me sentía muy feliz de que esa semana por fin pude hablar con él y que era un sueño hecho realidad estar con él a solas. Don Luis se sentó, y quedamos prácticamente a la misma altura. Me preguntó que si era un sueño, que se lo relatara. Yo respondí que más que un sueño, era mi imaginación, querer estar con él como había visto en las telenovelas, donde las mujeres se desnudaban para el hombre, y eran besadas y acariciadas. Mis palabras eran firmes, la sonrisa de mis labios no la retiré, mi tono de voz seguro era delgado, porque a la fecha hablo con voz delgada. Ahí estaba yo, un chico considerado ejemplar, cuidado y querido, revelando lo que en mi mente sucedía.

Don Luis me dijo q se sentía halagado con mi revelación, que él sería muy feliz de poder hacer mi sueño realidad, pero que él era un adulto y yo un niño… Lo interrumpí. Como dije, yo no era tonto, así que le aclaré que yo no diría nada, que era algo que deseaba, y que sabia perfectamente que de suceder, tendría que ser en secreto. Don Luis me miraba a los ojos, con esa sonrisa que me entraba mas en mi mente a cada momento.


Muy bien nene, si lo deseas, a ver desnudate para mi, como las mujeres se desnudan para los hombres en las telenovelas que has visto.  Sacate la ropa para mi como lo has hecho en tu imaginación. Desnudate y satisfacé tus deseos de entregarte a un hombre. Vamos nene sacate la ropa y entregate a mi. (Su sonrisa cambió por un momento a lo que sé de grande que era puro libido y pude distinguir su mirada de deseo hacía mi) 

Esas palabras las he llevado bien grabadas desde entonces. Su mirada amable, sus labios se movían despacio, y su tono de voz era mas grueso y determinante. Me decía esas palabras mientras seguía sentado, inclinado hacia adelante, sus manos alcanzaron las mías. Las besó al terminar de dar la primera de muchas instrucciones que a partir de ese día recibí y cumplí gustosamente.


Me soltó las mano, y se recargó en su silla, y se dispuso a observar. Lo primero que me quité fue mi remera, era de color blanco con el logo del uniforme de la escuela. La tomé con mis manos desde abajo y tiré hacia arriba. No usaba ninguna por debajo de esta, por lo que de inmediato dejé al descubierto mis brazos, abdomen, pecho y pezones. Mostré mi piel sin un solo vello, mis pezones rosados, mas que el resto de mi piel blanca. Tiré la remera al piso.

Saqué mis zapatillas sin desatarlas, con fuerza entre los pies, que levanté uno tras el otro para quitarme las medias cortas color blanco también, terminando por poner los pies en contacto con el frio del piso. Mis pies estaban aseados pero sudados de caminar, mis dedos largos lucían las uñas cortas. Terminé con ambas medias y volví a pararme bien firme en el piso con las piernas ligeramente abiertas.

No dejaba de sonreírle a Don Luis, quien miraba únicamente, quien ya no me estaba mostrando su sonrisa, sólo una ligera mueca de risa. (bien morbosa)

Puse mis manos en el elástico que ajustaba mi pantalón azul escolar a mi cintura, metí un par de dedos, y lo deslice hacia abajo por el largo de mis piernas, agachándome y dejándolo en mis tobillos. Me reintegro a mi posición de pie, saco un pie del pantalón y luego el otro.

Finalmente, me giro dando la espalda a Don Luis, y de la misma forma, inclinándome hacia abajo, deslizo mi slip celeste por mis piernas, mostrando inmediatamente mi cola desnuda, quito de mis tobillos mi slip y la tiro a un lado. Vuelvo a mi posición de pie, y vuelvo a girar de frente, con mis brazos a los costados y mostrando mi pito y huevos que permanecían inertes en ese momento. Yo no tenía erecciones a esa edad, así que así permanecí.

En ese momento caí en cuenta rápidamente de la situación. Estaba desnudo frente a un hombre mayor, prácticamente desconocido, y yo un niño, con conciencia de que ese acto no se debería estar llevando a cabo. Un escalofrío me empezó a recorrer inmediatamente de pies a cabeza todo mi cuerpo, comencé a temblar incontrolablemente, me costaba trabajo mantener la sonrisa, sentía como mis mejillas temblaban y así cada parte de mi cuerpo. Entonces di un respiro profundo, y un ligero control regresó a mi, por lo que dejé de temblar, aunque aún se notaban y sentía esos movimientos musculares.

Sos un chico muy hermoso y valiente, estoy halagado con esto que estas haciendo para mi. ¿Querés venir y sentarte en mis piernas? Fue lo siguiente en pronunciar Don Luis, mientras me ofrecía su mano y yo la tomaba, en un par de pasos estuve en sus piernas. Paso un brazo tras mi espalda y colocaba su mano sobre parte de mi pierna, cola y cintura al mismo tiempo. Por mi tamaño, y el de él, era más que lógico que una sola de sus manos abarcaran una buena parte de mi. Con la otra mano acariciaba de arriba a abajo mi cara hasta mi cuello, la rozaba suavemente sobre mis mejillas, mis labios, mis orejas, recorriendo por el cuello y pasando ahora al frente, tocando mi pecho, acariciaba con las yemas de sus dedos mis pezones, y regresaba a mi cara.

Su cara estaba frente a la mía, cercana a tal modo que sentía su aliento y contemplaba ahora con mayor detalle su bigote encanecido, su sonrisa que volvió a dibujarse, sus labios desprendían su aliento. No paraba de mirarlo. Volví a temblar de forma incontrolable, pero mi cuerpo recibió otra sensación de forma inmediata. Fue así que comenzó mi primer beso con un hombre. Fue un beso que desde el inicio tuvo toda la pasión. Puse mi mano sobre su brazo, cerré los ojos, abrí mis labios, y recibí sus labios, su lengua, saboree la humedad de su saliva. Mi nariz chocaba ligeramente con la de Don Luis, y ese primer beso nos mantuvo unidos por varios minutos. Mi mano continuaba sobre su brazo, comencé a subir y bajar mis dedos sobre la manga de su bata, y Don Luis comenzó a acariciarme la pierna suavemente, abriendo y cerrando los dedos tan suave pero tan firme que sentía el calor contrastando con el frio que ya se sentía sobre mi piel por los minutos que llevaba desnudo dentro de ese local. Los besos no terminaban, igual que el recorrido de sus manos por mi espalda ahora, subiendo y bajando, llegando en cada movimiento más cerca, primero al contorno de mi cola, y luego ya posicionándose de manera permanente en mis glúteos, pasando de uno a otro. Con ese nuevo movimiento, vino algo que yo no sabía porque se daba, pero de otra forma incontrolable, entre los besos mi respiración se agitaba y comencé a suspirar ligeramente, al mismo tiempo que algunas partes de mi cuerpo se tornaban más sensibles a sus caricias que comenzaban a aumentar de velocidad, sin dejar de ser lentas y suaves. Mi oreja, mi cuello, mis pezones, los dedos de mis pies eran un detonador de mis suspiros, hasta que cruzando la línea de ir de una nalga a otra, un dedo de Don Luis se iba acercando a mi ano. En este punto, es como si desbloqueara un nuevo nivel de suspiros, q ahora incluía un suave intento de mi garganta por liberar algo de mi voz, mi primer gemido ocasionado por el suave contacto de la mano de Don Luis en mi cola, y su dedo ya posicionado en mi ano, apenas rozando con la yema, y haciendo algún movimiento que liberaba en mi la misma sensación en mi cuerpo, pero activada por un solo punto.

Los besos no se detenían, el frio ya no era problema, yo sentía mucho calor, incluso unas gotas de sudor caían de mi frente. En mi mente, estaba haciendo el amor, como en las telenovelas, y entendía ahora porque también se agitaban, porque se besaban, y porque estaban desnudos siempre, aunque en la televisión abierta siempre estaban cubiertos con sábanas. Yo sabía la diferencia entre la realidad y la ficción, y comencé a tratar de imaginar como harían los actores para grabar esas escenas. Pensaba que en realidad solo era por un breve instante, para la escena, que siempre traían ropa interior, pero que al final, era una representación de lo que hacia una pareja en la vida real, donde si se desnudaban completamente, tal cual estaba yo con Don Luis. A excepción que él aún conservaba toda su ropa, por lo que sin dejar de besarnos, comencé a desabotonar la bata y camisa q traía puesta, liberando poco a poco su pecho y vientre, el cuál fue solamente percibido por mis manos, ya que mis ojos se encontraban cerrados, pues así era como se besaban en las escenas que veía en la tele. Pasaba mis manos por su pecho principalmente, sentía la diferencia de nuestros tamaños, la diferencia de la textura de nuestra piel, principalmente marcada pues Don Luis es de pecho velludo, contrastando con mi cuerpo que previamente dicho, es lampiño en su totalidad. Sentía electricidad mientras entrelazaba mis deditos en los pelos de su pecho y panza

Dejé de estar sentado en una sola de las piernas de Don Luis, colocándome sobre ambas, frente a él, con mis piernas alrededor de él como abrazándolo con ellas. Con este movimiento no cesaron los besos, por el contrario, incrementaron su intensidad. Mis manos subían y bajaban por su pecho y abdomen peludos, o pancita mejor dicho, ya que no era como los galanes de las telenovelas, con cuerpos ejercitados, pero tampoco era una gran panza como la de otros adultos que conocía. Era una linda panza peluda de un lindo maduro. Esta misma posición permitía a Don Luis agarrarme la cola con ambas manos, y ahora no solo había un dedo masajeando mi ano, ya eran más. El sudor de mis movimientos ya hacían que mis nalgas tuvieran cierta humedad, se sentía nuevamente en mi piel el contraste de algunos flujos de viento frio, pero se superaba por el ambiente de calor que nuestros cuerpos generaban. Esta humedad permitía a Don Luis comenzar a frotar sus dedos a mayor profundidad en mi ano, levemente, pero sin dudarlo la diferencia era notoria, que mi cuerpo generó otra descarga de emociones que se expulsaron con un suspiro y un gemido con mayor gesticulación y sonido. Abrí mi boca por un impulso y lancé ese gemido frente a al rostro de Don Luis, separándonos por fin de nuestro largo primer beso.

Me alejé un poco de su rostro, echando la espalda hacia atrás. Mis manos continuaban en su pecho y las suyas en masajeando mi cola, retirando brevemente sus dedos del camino que habían recorrido por el contorno y un poco del interior de mi ano. Abrí lentamente los ojos, y volví a mirar la sonrisa del hombre de mis sueños y fantasías, contemplé por primera vez su pecho, su piel blanca, y los vellos encanecidos que cubrían desde sus pezones y todo su abdomen. Al instante, y de manera involuntaria, unas lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas, aunque no dejaba de sonreírle a Don Luis, quien de inmediato retiro una de sus manos de mi cola, dejando la otra masajeando esa parte de mi cuerpo, y retirando suavemente esas pequeñas y pocas lagrimas derramadas involuntariamente. No eran lágrimas de tristeza, la euforia seguía invadiéndome, pero hoy creo poéticamente, que fue un acto simbólico de mi cuerpo, asumiendo el fin de una etapa de mi vida y el comienzo de otra. Me sentía feliz al estar con ese hombre.

Para lo siguiente, vas a recostarte ahora, me dijo. Quizá lo que haremos a partir de este momento no lo haz soñado ni imaginado, pues no es algo que muestren en las telenovelas y quizá en la escuela tampoco te han educado en este aspecto. A partir de este momento, inicia el verdadero momento de que te entregues. Vos decidiste entregarte a un hombre y yo estoy muy honrado en tomarte y hacerte mío nene. Es un momento hermoso de tu vida, te estas entregando en alma, y también en cuerpo, pero tu cuerpo puede tener reacciones involuntarias de rechazo. Deberás dejar que tu alma gane sobre lo que tu cuerpo te impida. Voy a tomarte por tu cuerpo para que nuestras almas puedan estar juntas. Notarás que has logrado entregarte cuando tu cuerpo ya no tenga esas resistencias involuntarias. Es un verdadero honor hacerte lo que te voy a hacer. Sólo debes pensar y hacer lo que te diga. Haceme caso. Confía en mi nene.

Estas palabras igualmente marcadas en mis recuerdos, fue un pequeño discurso que pronunció Don Luis, mientras se levantaba de su silla conmigo en sus brazos, giró su cuerpo y me sentó ligeramente recostado en la tibia silla cubierta por nuestro calor. Una vez que me dejó en esa posición y en ese lugar, se puso de pie en su totalidad mientras seguía hablando con su voz gruesa y firme nuevamente; agarró de uno de sus estantes que nos rodeaban un frasco de crema color rosa, lo colocó en el piso junto al costado de la silla, inclinado aún, desabrochó sus zapatos y al igual que yo, con la fuerza de los pies se los retiró. A diferencia mía, no se retiró los calcetines en ese movimiento. En ese momento pude sentir su olorcito a pata y tuve una sensación de gusto. Continuaba su breve discurso y desabrochó su pantalón color beige estando de pie frente a mi, quien observaba su altura, su camisa y bata desabotonada dejando ver su pecho hermosamente velludo. Nuevamente a diferencia de mi al desnudarme para él, bajó junto a su pantalón su slip, dejándolo caer de golpe a sus pies, retirándolo de sus tobillos con un par de movimientos con sus rodillas, y notando que junto a sus medias usaba un par de sujetadores y que continuó sin retirarse, no pude ver sus pies desnudos, pero si sus largas piernas blancas y cubiertas con vellos oscuros en toda su longitud. Naturalmente con ese movimiento, fue el momento que mi cuerpo se volvió a estremecer y a temblar involuntariamente. Mis mejillas volvieron a tensarse y mi sonrisa desapareció, una nueva sensación se hacia presente en mi cuerpo. Sentí el frio intensificarse por cada poro de mi piel, y recuerdo sentir mis genitales húmedos e inertes retraerse, al grado de dejar de ser visibles mis testículos, que se contrajeron al punto de mostrar la piel que los cubre pegada a mi cuerpo. Todo pasó al momento que mi vista recibió por primera vez la imagen de su pija, el pito de un adulto, la verga de Don Luis. Tenía razón, ese momento no se veía en las telenovelas. En mi cabeza no se había contemplado esa imagen, en mi imaginación no se había contemplado visualizar un pene en erección. Yo desconocía esa naturaleza. Si bien, si anticipé que estar desnudo con Don Luis, y él conmigo incluiría sus genitales, desconocía que el pene de un varón maduro toma firmeza. Desconocía que la erección incluía la segregación de lubricante natural, que yo estaba viendo por primera vez, rodeando y dando brillo al grosor de la cabeza redondeada que estaba contemplando por primera vez. Desconocía que por diversos motivos un pene adulto tiene un aroma distinto, aroma que estaba descubriendo y que estaba inundando el pequeño sitio en el que nos encontrábamos. Y me estaba gustando mucho su olorcito a bolas. Ahí descubrí el olor de un macho en celo. Desconocía el crecimiento de vello en su contorno y sobre la piel q cubre sus testículos. Desconocía que los huevos colgarían y se mecerían golpeando con sus piernas en cada movimiento de su cuerpo. Ignoraba el significado de las palabras que me daba, me reservaba a poner atención. Su voz todavía pronunciaban sus últimas líneas en ese decreto que me estaba dando, mientras sacaba su bata junto a su camisa ya desabotonada y yo, veía por primera vez a un varón, a un hombre maduro, en su naturaleza esplendorosa. Una vez desnudo, se arrodilló frente a la silla donde me tenía semirecostado, y lanzó su frase determinante. Confía en mi bebé.

Arrodillado frente a mi, volvió la tranquilidad a mi cuerpo con una sonrisa nueva. Tomó con ambas manos mis tobillos, levantándolos al mismo tiempo suavemente. Misma suavidad con la que con la palma de su mano, pasaría por las plantas de mis pies, retirando residuos de polvo del piso que se habían pegados en mi al estar de pie al inicio, en el momento que me desnudé para él. Dio un par de movimientos masajeándolos y dio un beso suave en ambas plantas. Cosa que me estremeció. Con una de sus manos, junto mis tobillos y los elevó, dejando al borde de la silla asomarse mi cola desnuda para él. Me miró a los ojos, y bajo lentamente su rostro, mientras yo observaba, y vi desaparecer sus ojos, su nariz, su bigote, sus labios. Desaparecían bajo mis piernas levantas, y aparecían de pronto, hicieron presencia no visual, sino al tacto, el tacto de su nariz olfateando mis nalgas, de un lado a otro, pasando por en medio de ellas, junto con la punta de su nariz y su bigote. Un par de esos movimientos y ahora aparecía la siguiente sensación en mi, liberada tras el contacto de su lengua con el contorno de mi ano. Esa lengua que hasta breves instantes previos habia saboreado, ahora volvía a sentir su calidez y su humedad en otra parte de mi, incrementando la sensación física provocada igualmente minutos antes por las yemas de sus dedos. Comencé a sentir que lo besaba nuevamente, y volví a suspirar profundamente, pero aún no sentia que mi voz se uniera en ese supiro en forma de gemido, sino hasta minutos después, donde mi voz revelaba un gemido ahogado, un gemido que no supo salir, pues su factor detonante superaba todo lo vivido hasta ese día. Y este no era otro factor que el inicio de los esfuerzos ayudados por su lengua, por humedecer, expandir y entrar en mi hasta ahora desconocido ano. Desconocido por mi, por no saber la cantidad de nuevas emociones que se viven a través de este; y desconocido por todo ser humano, hasta en ese momento, Don Luis, fue el primer contacto al mundo de mi anito virgen.

No pude contener mis suspiros, mis gemidos ahogados que no encontraban el camino correcto para fluir, este contacto con su lengua no se detenía. Cerré mis ojos y olvidé el mundo, tanto me olvidé que no sentí un gran cambio de la actividad realizada por Don Luis, quien nuevamente frotaba las yemas de sus dedos en el contorno de mi ano, pero con mayor fuerza. Me olvide de todo, de sus palabras previas, hasta que sucedió lo antelado: mi cuerpo mostraba resistencia al primer intento de recibir más allá de la yema de un dedo, al primer intento de Don Luis por introducir su dedo completo al mismo tiempo que usaba su lengua. Sucedió lo inevitable, mi voz no tuvo detenimiento en hacerse presente  pero no como un gemido, sino como un pequeño grito de un dolor nunca experimentado. Este intento no fue fallido, pues no se detuvo hasta lograr su objetivo, y Don Luis, retirando solamente su lengua, volvió a aparecer con su rostro entre mis piernas, pronunciando aquel decreto definitivo: “Confía en mi bebé”, seguido por su suave pero gruesa y firme voz, sin la sonrisa de su rostro, pero una mirada determinante que se cruzó con la mía. "Dejá a tu alma fluir, no dejés que tu cuerpo la reprima". Respirá, imaginá que tu alma recorre todo tu cuerpo, lo suaviza, dejala fluir, no la estrujes, dejá que tu cuerpo se relaje y dejá que tu alma se entregue a mí bebecito mío. Fueron sus palabras de alivio, sin embargo, lograrlo requería mi concentración total, y un poco de tiempo. 

Volví a cerrar los ojos, los apretaba y todo mi cuerpo se contraía, mi mente luchaba entre la concentración para dejar a mi cuerpo rendirse, y los espasmos y contracciones que costaba reprimir, causados por los dedos de Don Luis en mi anito. No sabía que pasaba, no sabía si Don Luis hacia algo diferente, sólo cerraba los ojos y buscaba a mi alma dejarse fluir. Cuando abrí los ojos, vi a Don Luis de pie frente a mi. Sus facciones eran relajadas, con una mano seguía sosteniendo mis piernas hacia arriba, y con la otra sujetaba su pija bien erguida. Había cierto sonido suave producido por lo que ahora se que es la piel q cubre el glande, y sonido era provocado por la fricción de su piel con el cuerpo de su pene y con ayuda de su lubricación natural. Mientras el tocaba su pija. Yo aún viendo que ya no tenia su dedo dentro de mi ano, sentía todavía el dolor. No me acuerdo de haber sentido el momento en el que dejo de lamer mi ano, ni cuando sacó su dedo, ni cuando se levantó. Lo que no olvido, es volver a verlo arrodillarse, ahora con su otra mano también, tomó una de mis piernas y las separo, dejando la pierna separada sobre su hombro, y la otra seguía sostenida firme con su mano. Para eso dejo de masajear hacia adelante y hacia atrás la piel de su pija, la dejó moverse libre, movimientos causados por el resto del movimiento de su cuerpo al estar acomodándome en esta posición. Trataba de verlo a la cara, que seguía sin mostrar alguna facción, pero fue un breve instante, ya que bajó la mirada, y comenzó a tocar nuevamente mi agujerito, con una sensación distinta. Colocaba en mi ano la crema que tenia preparada al costado de la silla, y por un breve instante sentí alivio. Cerré mis ojos ante este nuevo masaje anal, que se detuvo. Escucho como con su mano libre vuelve a abrir el frasco de la crema, y escucho un suave sonido  nuevamente de este producto siendo colocado, sin embargo, no sentí en ningún momento un nuevo masaje anal de su parte. Con los ojos cerrados espere que volviera su mano a mi ano, con un poco más de este producto que me daba cierto alivio a mi todavía adolorido culo por haber recibido la introducción de uno de sus dedos. Esperé al escuchar en el frasco de crema fue colocado en el piso, y justamente la espera no fue tardía para sentir ese masaje con el producto. Pero esta espera fue más larga que el masaje anal en si. Don Luis retiro nuevamente su mano, yo permanecía con los ojos cerrados, concentrado en dejar mi alma fluir y vencer las resistencias de mi cuerpo, mi concentración era tal, que sentía que la rigidez de cada parte de mi cuerpo se alejaban. Sentí y pensé que había logrado vencer a mi cuerpo. Lo creí de verdad, hasta que me veo forzado a abrir los ojos abruptamente, me vi forzado a salir de ese trance, este momento fue interrumpido por una nueva sensación, este dolor que había experimentado con el dedo de Don Luis hace breves instantes, sin embargo, este dolor esta incrementado en todo el potencial. Este dolor había regresado para quedarse. Regresó con mayor fuerza, con la fuerza natural de un hombre maduro con su pija erecta, penetrando por primera vez, la cola y en específico el ano, de un niño de 7 años, un chico cuidado, educado, responsable y ejemplar. Un chico que había visto a un hombre maduro en un mercado cerca de casa de su abuela y había sentía atracción por él. Un chico que sabía desde que tenía consciencia y razón de su atracción por los hombres maduros. Un chico que veía en televisión escenas de adultos semidesnudos, besándose y nombrando esa actividad como “hacer el amor”, y que desconocía que este acto era más que besos con otra persona desnudos bajo una sábana, un chico que se desnudó frente a un adulto y le pidió le permitiera entregarse a él, que le permitiera desnudarse para él, como las mujeres lo hacen para los hombres en los programas que veía junto a su abuela, con sólo 7 años ahora estaba desnudo, medio recostado en una silla, con las piernas abiertas, mostrando su cola a medio dilatar, mostrando su cola a medio lubricar por una crema de un frasco que hace poco estaba en un estante a la venta para algún cliente, culito que ahora estaba siendo penetrado por primera vez por la pija erecta de un hombre adulto, sin ningún tipo de obstáculo entre ellos, el pene erecto del maduro entró de la forma más natural. La cabeza de ese pene entró en contacto directo con los pliegues de ese ano, recorriendo de esa forma, al natural, el interior de esa pequeña cola, el culito virgen de un chico, el mío.

Como dije, salí de ese trance de relajación y alivio de mi ano, de la forma menos pensada. Abrí mis ojos a su máxima forma, mis labios de igual forma, pero no había ni un sonido proviniendo de ellos. Con la mirada, pude ver a Don Luis, su sonrisa se volvió a dibujar, y su mensaje de “Confía en mi” volvía a ser emitido. Y me decía entre gemidos "te estoy haciendo el amor bebé". Asentí con la cabeza, cerré los labios y de manera involuntaria los apretaba. No entendía que estaba pasando. Sentía el contorno de mi ano y aunque trataba de relajarme, era involuntario sentir que apretaba algo muy fuerte y duro, lo apretaba tratando de cerrarlo. En el interior sentía poco, lo que si sentía era el toque de la cabeza del pene erecto de Don Luis en una parte de mi, no sabía con que, pero en la parte que la cabeza de su pene estuviera tocando, me causaba dolor y a la vez placer, algo indescriptible. Don Luis ahora tenia ambas manos en mis piernas, las abría, y yo continuaba con ese dolor, principalmente en la entrada de mi ano, y en el punto de mi interior donde chocaba la cabeza de su pene un extraño placer. Sentí que todo estaba en mi concentración nuevamente, un ligero alivio y respiro profundo me ayudo a eliminar la tensión de mi cuerpo, nuevamente, no duraría mucho. Y con mis ojos cerrados, apretándolos, al igual q mis labios, sin ver lo q sucedía, solo sintiendo mi primera penetración, sucedió un nuevo acto inesperado. Un nuevo movimiento de Don Luis, quien aparentemente retirando su pija de mi interior, me hacía creer en mi mente que había terminado esta acción. Sin embargo, solo se acomodó nuevamente, afianzó sus rodillas al piso, subió un poco más mis piernas, y vigorosamente con fuerza de una lo volvió a introducir en mi interior. Nuevamente abrí los ojos, para no volverlos a cerrar, pues ese movimiento fue el inicio de una cadena de penetraciones con ese ritmo vigoroso. Subí mis brazos a la parte alta del respaldo de la silla donde me estaba entregando y clave mis dedos con toda su fuerza. Hacer este movimiento, apretar con mis dedos de las manos ese respaldo me dio cierto confort. De alguna manera ahora toda mi fuerza estaba en apretar con las manos este respaldo, y noté que dejaba de hacer fuerza en mi cadera y columna, perdiendo rigidez en la cola y disminuyendo un poco el dolor de las penetraciones vigorosas de Don Luis.

En mi mente, seguía tratando de concentrarme, por lo que al notar este cambio, opte por intentar apretar de igual forma algún objeto imaginario con los dedos de mis pies, q se encontraban en manos de Don Luis abriendo así mi cola, así lo hice, apretaba y soltaba los dedos de mis pies y nuevamente, cierto alivio  adicional se añadió  en mi cola. El dolor no era menos, mi entrada anal todavía se sentía muy apretada, dolía al querer cerrarse de forma involuntaria, pero la verga dura de Don Luis entrando y saliendo en su forma natural lo evitaban evidentemente. Mi última alternativa para ayudar a mi alma a fluir y vencer las barreras de mi cuerpo, fue apretar los labios, y un toque adicional de este alivio mental se añadió.

Por su parte, a la par de estos pequeños trucos recién descubiertos, Don Luis no bajaba ni subía la intensidad de sus penetraciones, de ese mete y saca. Entraba vigorosamente, rápidamente, y salía lento, sin retirar su pija erecta del todo, y repetía constante. No se detenía. En algún momento me percaté de una sensación que no fue notoria al inicio, en cada una de sus estocadas sus testículos golpeaban mi cola, al notar eso, incluí una nueva acción de mi concentración: sentir ese suave golpe de sus huevos. El dolor seguía presente, acompañándome en este momento para el que no me preparé, pero este golpe de sus testículos añadió una sensación placentera. Ahora en mi mente sabía que el dolor no cesaría, pero vendría acompañado de un breve roce de placer, ocasionado por el choque sus huevos en mi cola también. Todo esto, en combinación con mis fuerzas concentradas en manos y pies apretando y soltando me ayudaron a entender la situación, y nuevamente, de manera inesperada, comencé a soltar mis labios apretados, ligeramente volvía a suspirar y salían leves gemidos del dolor causado al momento que la pija de Don Luis me tocaba internamente, salían y eran comenzados a escucharse.

Don Luis en todo momento mantenía su mirada firme en mi mirada, emitía pocas muecas, fruncía solo un poco la frente y apretaba sus labios. En ese momento en mi mente comenzó a repetirse un enunciado: “Me estoy entregando a un hombre, me estoy entregando a un hombre”, imaginaba que Don Luis leía mi mente y q estábamos conectados. Con esto pasando en mi cabeza, fue el toque adicional que faltaba para que a pesar del dolor, no dejara que mi cuerpo ganara. Imaginaba que en la cabeza de Don Luis estaba pensando en que le hice caso a su discurso, y a su vez en mi mente creer esto me hacia sentir pleno, de haber logrado fluir mi alma de acuerdo a las indicaciones de este hombre maduro.  Don Luis nunca cambió de expresión corporal, nunca dejó de abrir mis piernas, nunca dejó de entrar rápido y salir lento, nunca dejó de ser constante con sus penetraciones. Únicamente cambió cuando en una estocada, apretó con mayor fuerza mis tobillos, cerró los ojos un instante y no salió de mi. Se quedó quieto, cerraba sus ojos suavemente, y respiraba profundo. Su pecho se inflaba ligeramente, al igual que su vientre. Y sentí como algo inundaba mi interior, después supe que era su semen, su lechita. Era suyo. Me desvirgó. Que se detuviera me permitió también de detener mi concentración, dejé de apretar mis dedos de las manos y los pies, y pude percibir el sonido de nuestra agitada respiración, pude percibir un aroma nuevo, aunque no lo lograba identificar del todo, pude percibir su frente, cara, pecho y abdomen brillantes y deslumbrantes por el sudor. Don Luis estaba en un ligero trance y yo en mi mente ahora pensaba que lo había logrado, entregarme a un hombre y hacer el amor.

Don Luis termino su breve trance, abrió lentamente los ojos y yo lo esperaba con mi mirada puesta en sus ojos, fui lo primero que vio en ese momento, junto con mi sonrisa. Su mirada volvió a ser suave, su sonrisa volvió a aparecer, con sus manos abriendo aun mis piernas, las acercó a su cara y besó mis pies. Volvió a abrir mis piernas y las colocó tras su espalda, al mismo tiempo que me tomó de la cadera, me acercó hacia él, y me volvió a besar apasionadamente. Lentamente, con mi cuerpo pegado al suyo, se levantó cargándome, con sus manos puestas en mi cola, y con su pene dentro de mi. Lentamente sin romper esa danza de movimientos suaves, tomo asiento, conmigo sobre él. Ahora sé que todo esto que sucedió, el trance de Don Luis, no fue más que el momento preciso en que eyaculó y depositó su esperma en mi interior. Situación que era natural sucediera de esa forma, ya que su penetración fue de la forma más natural posible.

De vuelta a nuestra posición inicial, el dolor en mi ano había prácticamente desaparecido. Pero su virilidad continuaba en mi interior, y besándonos, yo me movía suavemente, con esos movimientos yo sentía un leve placer donde previamente hubo dolor, en la entrada de mi ano. Así besándonos y dándome ese ligero masaje con su pija que comenzaba a perder rigidez, me regaló un nuevo mensaje.

Ha sido un honor hacerte el amor nene, parece que comprendiste la lección.

Tenía razón, como he mencionado, era un chico aplicado, inteligente, y no hice más que seguir un par de instrucciones, comprender como funcionaban mejor en mi, y dejar que la situación me llevara.

Ya relajados, Don Luis me iba dando algunas explicaciones. Nos refrescamos con los productos disponibles en su tienda, nos vestimos, y mientras elegía los artículos que me llevaría, continuó respondiendo mis preguntas. Yo era directo, y él a su vez. No disfrazó de forma innecesaria ninguna de sus explicaciones. Me decía que era un chico muy inteligente, responsable, que había sido un honor ser el primer hombre en mi vida. No fue necesario prometernos nada, como repetir, o guardar la discrecionalidad pertinente. Yo lo asumí y él por su parte. Al finalizar la elección de los productos, se ofreció a darme los artículos en cortesía, sin embargo yo insistí en pagar, pues el punto de esa compra era dar algo a mi familia, resultado del trabajo que realicé como cargador para saldar el hecho relatado al inicio. Y así todavía, insistió a regalarme algunas golosinas, por el simple hecho de tener una atención con alguien especial, me dijo que notaba mi comportamiento independiente y lo celebraba, pero que también era bueno aprender a recibir atenciones cuando son de buena intención, por lo que acepté su obsequio con una sonrisa. 

Todo esto fue en un lapso de una hora y media aproximadamente. Mi abuela era mi cómplice en la sorpresa que quería darle a mi familia con mis compras, por lo que cuando llegaron mis papás a buscarme, ella les comentó que estaba de compras y que esperaran y se dejaran sorprender, que no se preocuparan, que yo estaría en el mercado. En total estuve fuera cerca de dos horas y media, al verme llegar arrastrando una caja que conseguí para llevar todo, mi papá corrió a ayudarme, contento, me preguntó que donde andaba, mi respuesta es que había comprado todo eso para sorprenderlos, pero que también me compré unos dulces y unas papas, y que quise quedarme a jugar un rato a los tazos con unos chicos que estaban en la explanadita del mercado, con los tazos que me habían salido. Metimos las cosas y todos estaban muy contentos con mi acción, y satisfechos con mi explicación por la demora, ya que finalmente no pasaban de las 7 de la tarde, había luz de día y estaba en un lugar cercano y seguro para la época.


Este es mi primer relato, por supuesto que hubo más encuentros y por muchos años con Don Luis. En la actualidad tengo 35 años, Don Luis ya no vive, falleció hace 8 años. Fuimos amantes prácticamente hasta su final. Nunca nos consideramos pareja, siempre fuimos discretos ante mi familia que nunca han sabido de mi desarrollo sexual. Me siento feliz de que haya sido Don Luis mi querido primer hombre.






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