martes, 6 de octubre de 2020

El aroma de un desconocido

 (historia encontrada y corregida por mi)

A punto de cumplir mis 16 años. En ese entonces, tenía una novia. Como casi todos en el secundario. Mantenía relaciones con ella, pero algo, algo, no era completo. No sabía exactamente qué me sucedía. No sabía que lo que me faltaba era un hombre. Lo empecé a saber el día que recibí un paquete en mi casa. Lo había entregado el cartero. Me lo entregó mi madre y me sorprendí porque nunca recibí nada antes.


Tenía mi nombre escrito. Obviamente alguien me estaba enviando algo, pero no tenía remitente. Lo abrí entre emocionado y a la vez nervioso también. Lo primero que vi fue un sobre cerrado que decía: leelo atentamente. Y luego una bolsita transparente. En ella, algo que se veía como tela. Al abrirla, vi con cierta repulsión que se trataba de un slip de hombre de color azul algo gastado.
Suerte que mi madre no estaba allí cuando abrí el paquete. 

Me asusté mucho y fui a mi cuarto para leer esa dichosa carta. 

Quién me está jugando esta broma?, pensé.


Abrí la carta (misma que aún conservo) y leí su contenido. Textualmente dice: 

"Supongo que estarás nervioso, pero quiero que te tranquilices. Soy alguien que no te quiere hacer ningún daño. En realidad nos conocemos, pero no creo que en este momento te imagines quién soy.

Lo que recibiste es el slip que usé los tres últimos días. En él está mi aroma, mi aroma a hombre, mi aroma a verga. Quiero que lo acerques lentamente a tu nariz y comiences a oler. Sé que percibirás mi aroma, y sé que te gustará.

Hazlo... ya!"


Eso era todo. Recuerdo que mi corazón latía muy deprisa. Tenía miedo, y estaba nervioso. Pero lo peor de todo, es que la bolsita con el slip estaba frente a mí, en la caja y la frase de acercarme a él y olerlo se repetía en mi cabeza. No sé por qué, pero lo hice, tal como me había escrito lentamente lo acerqué a mi nariz.
Al principio no olí nada pero luego acomodé la parte donde iría la verga en mi nariz y lo distinguí perfectamente. Sentí el olor de ese hombre... y tenía razón, me gustó, porque mi verga tenía una gran erección al estar haciendo esto.

Me fui al baño, puse la carta delante de mí y el calzón en mi nariz y me pajee... Acabé como hacía mucho no lo hacía... guau...

Escondí el paquete y me quedé pensando quién sería que mandó esto. Tenía que salir con mi novia, pero le hablé para decirle que me dolía un poco la cabeza. Quería pensar y descubrir quién estaba detrás de esto. Seguía pensando en que era una broma, pero no lo era...

Los días fueron pasando y no había noticias. Sin embargo, el slip se convirtió en parte de mi vida. Recuerdo que una noche lo puse sobre mi almohada y oliendo fuertemente, me excité de tal manera que eyaculé sobre las sábanas, haciendo un verdadero desastre.
Mi vida seguía igual, sólo que cada vez quería estar menos con mi novia. Prefería soñar con el hombre de aquel slip. Lentamente le fui poniendo rostro, nombre, cuerpo casi sin querer.

A las dos semanas exactas llegó un segundo paquete. Igual que el anterior. Al abrirlo una nueva carta y en el fondo, tres bolsitas. En cada una vi un slip diferente.

Esta segunda carta decía: 

"Estoy seguro que disfrutaste mi primer envío. Sé que entré a tu cuerpo a través de tu nariz. Posiblemente, no te hayas dado cuenta... pero soy parte de vos. Ya sos mío.

Esta vez lo que te propongo es un juego. De los tres slips, uno es mío. Los otros dos, de dos personas diferentes a quienes les robé su ropa más íntima. Tenés que descubrir cuál es el mío. Cada uno tiene un número. Comenzá a olerlos y descubrime.

Estaremos en contacto pronto".


No podía creer lo que pasaba. En mis manos tenía tres slips y estaba oliendo uno y otro. Me acuerdo que al principio me parecía que nada olía, pero lentamente con paciencia comencé a percibir los olores. Todos me parecían igual. Me ponía nervioso no saber cuál era el de él. Todos eran de la misma talla, así que no podía saberlo por eso.

Pasaron varios minutos en los que me los pasé por la nariz varias veces a uno y otro, y finalmente, lo descubrí. El nº 3 tenía algo especial, un aroma que ya conocía, era el aroma de mi hombre. En otras palabras, el olor de mi macho. Y acariciándome todo el cuerpo me pajeé otra vez. Estaba totalmente enloquecido por lo que me estaba haciendo este desconocido.


Pasaron solo dos días y el teléfono sonó. Al contestar yo, escuché por primera vez su voz. Me dijo: Carlos... decime el número de mi slip. Me agarró totalmente de sorpresa y me quedé mudo. Entonces dijo: "Estoy esperando...". Y solamente le dije: el 3.

Escuché una risa y me dijo: sabía que lo harías... y sí, es el tres. Pronto podrás disfrutar verdaderamente y sentir el olor de mi carne...


Cortó la comunicación. Su voz gruesa varonil me decía que se trataba de un hombre de más de 30 años. Yo pensaba que se trataba de alguien del colegio, pero no... Quién serás desconocido....?

"...pronto olerás mi carne..." Las palabras de este hombre resonaban una y otra vez en mi cabeza. 

Me di cuenta lo tonto que era. -Cómo es posible que le dije que su aroma estaba en el calzón 3? -Cómo es posible que le dijera que había hecho lo que me había pedido? Una y otra vez me decía a mí mismo: sos un estúpido. -Cómo hiciste algo así? Ni siquiera sabés quién es ese loco que anda mandándote esas cosas?! Pero sabe mi nombre, mi dirección, mi teléfono... Comencé a asustarme realmente.

Decidí deshacerme de esos calzoncillos. Era lo mejor. Los tiraría a la basura, la llamaría a mi novia y me iría a pasear. Era lo que tenía que hacer. Pero algo sucedió. En el momento de tener en mis manos su slip, y estar a punto de tirarlo, decidí olerlo por última vez. El aroma recorrió todo mi ser y volví a caer en sus manos, tal como me había dicho. Mi pija se me paró con toda la fuerza dentro de mis pantalones. Tuve que liberarla y comenzar a pajearme mientras olía y olía una y otra vez sintiendo ese dulce olor a macho que me encantaba, hasta derramar una vez más mi leche pensando en aquel desconocido.

Los volví a guardar, decidido a tirarlos... mañana tal vez? me decía a mi mismo. Pero si este tipo me volvía a llamar, le diría que me deje de molestar, que es un degenerado y que lo iba a denunciar. Claro que sí. Así lo haría.

Debía olvidarme de él. Tenía que intentar a volver a ser "normal". Le hablé a mi novia y le dije que necesita verla. Ella siempre fue muy linda conmigo, y además, caliente. Fuimos a ver una película y en el cine comencé a acariciarla, tocarla, a besarle el cuello y la boca. Ella respondía a mis caricias y mi verga respondió también. Me sentí un poco más tranquilo. Seguía siendo "hombrecito".

La llevé a mi casa, a mi pieza y en esa cama donde ya habíamos cogido un par de veces, decidí hacerla mía una vez más. La desnudé y comencé a besarla toda, mi lengua recorrió todo su cuerpo mientras ella suspiraba y gemía. Me acerqué a su vagina, húmeda y deliciosa (?), como siempre (?)... Pero.... Pero.................. El olor! El olor no era el que deseaba oler. El olor era de vagina, y ese día me olió más que nunca a pescado muerto... Mi pija dura se fue achicando con gran rapidez.

-Qué te pasa? Me dijo. No sé... de pronto me mareé, me siento mal. Ella intentó reanimarme... pero mi pija era un lamentable pedacito de carne, casi muerta... "No te preocupes, a todos les pasa alguna vez" me dijo. Es cierto, pero jamás me había pasado a mí. La llevé a su casa y desde ese día nunca más pude hacerle el amor.

Cinco días transcurrieron hasta que él llamó. Eran las 6 de la tarde, estaba haciendo tarea con un compañero del colegio, cuando él me llamó. Tenía la habilidad de sorprenderme siempre:


Hola... me dijo. Reconocí su voz de inmediato... -
Quién habla? dije. "Lo sabes muy bien" respondió con su gruesa y dominante voz. Le dije "Mirá, te voy a pedir que dejes de llamar a esta casa y molestarme". "No digas eso, si te encanta lo que te estoy haciendo..." me dijo. 

Corté la comunicación.

Mi corazón latía rápidamente. Mi compañero me preguntó que me pasaba. Le dije que nada, que ya volvía con él a hacer la tarea. Pero el teléfono volvió a sonar y al ponerlo en mi oreja, él me dijo: "Veo que necesitas un poco más de mi tratamiento. Estaremos en contacto"

Y esta vez cortó él.


-Cómo sentarme a hacer ahora tranquilo la tarea? Estaba re nervioso. 

-Qué quiso decirme con lo del "tratamiento"? Hice el esfuerzo y me senté a estudiar. No sé como lo logré, pero terminamos la tarea y mi amigo se fue. Yo salí a tomar un poco de aire a la calle. Necesitaba caminar y pensar.

Descubrí que algo nuevo sucedía en mí. Mis miradas se dirigían a los hombres, pero no a los de mí edad, sino a los de 30 o más. Miraba sus bultos, miraba sus rostros, sus ojos. Caminaba y caminaba y en una oportunidad, vi acercarse un hombre maduro hacia mí. Tenía unos jeans azules algo ajustados y una camisa blanca con 3 o 4 botones abiertos, de la cual salía parte de su vello en el pecho. Cuando lo miré a los ojos, al estar ya cerca de mí, mi mirada se cruzó con la de él. Él también me estaba mirando. Me quedé inmóvil, casi petrificado. En algún lado había leído que los gays se descubrían entre sí a través de las miradas. Me di vuelta y el tipo estaba parado mirándome. Me puse a correr, y a correr.

Llegué a la casa agitado y me tiré en la cama. La respiración comenzó a calmarse, pero mi pija comenzó a erguirse, pensando en ese hombre que me resultó muy atractivo en la calle, maduro con barba de unos días, y esa camisa que dejaba ver sus vellos del pecho guau me encantó, a quien en mi fantasía le asigné la voz del teléfono y por supuesto, el aroma de esa verga que tanto deseaba y me hacía agua a la boca.

El tal "tratamiento" llegó unos días después. Una caja como las anteriores. En la parte externa decía: Abrila a las 8 de la noche. Eran las dos de la tarde. -Por qué tenía que esperar? La iba a abrir cuando yo quisiera, pero no lo pude hacer. Sentí que tenía que hacerle caso, era su forma de jugar conmigo, de dominarme, pero en realidad, y sin haberme dado cuenta, él ya se estaba apoderando de mí enteramente.

A las 8 en punto abrí la caja y otra vez adentro había una carta y un nuevo slip en su bolsita. Esta vez la carta era más extensa:

"Vas a hacer todo lo que te diga. Primero quiero que vayas a tu habitación, que te acostés en la cama y te desnudes totalmente. Luego, sigue leyendo la carta...". No lo dudé ni un segundo. Afuera toda la ropa. Mi verga ya estaba durísima. Seguí leyendo:

"Esta vez mi slip tiene algo diferente... no sólo está en él mi aroma, mi olorcito a macho, sino también una gota de mi semen... Lo podrás encontrar en la parte delantera del slip. Quiero que lo pruebes con tu lengua, porque será la primera gota que entrará en vos. Además, coloqué un polvito blanco en la zona de mis huevos. No lo quites. Ese polvito ayuda a que el olor se sienta con más fuerza, tal como a vos te gusta. Disfrutá de este tratamiento, gozá con ganas y tené el teléfono a mano. Es posible que te llame".

Agarré con cuidado la bolsita y saqué este tercer slip de él. Enseguida vi el polvito blanco, y tal como me había dicho, me esforcé para que nada se cayera. Distinguí y sentí la humedad en la parte delantera del slip. Me daba un poco de asco, pero mi lengua recorrió esa parte con gusto y placer la verdad. Realmente, no me di cuenta de mucho, pero la sola humedad me calentaba.

Era el momento de oler a este hombre con este producto que le había colocado para incrementar su aroma. Decidí aspirar con todas mis ganas. El aroma entró con fuerza. Realmente olía fuerte, riquísimo. El polvito blanco entró por mis fosas nasales. Seguía oliendo y oliendo, pero algo me estaba pasando. Me estaba mareando un poco, pero estaba muy excitado y caliente. Mi cuerpo ardía. Pasaba mi mano por la verga y sentía que iba a acabar ya, por lo que la sacaba. Pero cuando me acariciaba mi pecho, o las piernas, sentía que todo en mí era electricidad. No podía dejar de oler su aroma, su olor a macho que había dejado en aquel slip y el polvito blanco estaba en toda mi cara, pero en especial, más en mi nariz.

No escuché el teléfono, ya que de la calentura que tenía estaba prácticamente "volando" cuando mi vieja golpeó la puerta y me gritó: atendé que te están llamando a vos!. Sabía que era él, y así, acostado, desnudo y con su slip cerca de mi nariz, le dije: Hola.



-Cómo estás, bebé?

-Bien papito... contesté

-Bien... caliente?

-Sí,
conteste suspirando casi gimiendo.

-Casi no podés hablar, no? La excitación es enorme, no es cierto?

-Así es...

-Decíme que hacés.

-Me toco, me acaricio y te huelo.

-Te gusta mi olor?

-Me encanta papi!

-¿Cómo está tu verga?

-Durísima, le dije.

-No quiero que te la toqués más.

-No puedo evitarlo.

-Dije que no te la toques más! 
(dijo en tono serio y fuerte con su voz gruesa)


-Por qué?

-Porque tu verga dejará de ser el centro de placer de tu cuerpo y mi verga será tu mayor placer.


No sabía que me pasaba... Estaba excitado pero había algo más. Ni siquiera mi voz era normal. Sentía que todo mi cuerpo estaba caliente, toda mi piel. Dejé de tocar mi verga al instante que me dijo.


-¿Te sientes raro?

-Sí, un poco.

-Pero muy excitado. Más que nunca -no?

-Así es.

-Es producto del tratamiento. OLÉ UN POCO MÁS BEBÉ!


Así lo hice.

-Sabes que son los Poppers?, me preguntó

-No la verdad, le dije

-Ya te lo explicaré otro día, pero ahora quiero que humedezcas un dedo tuyo y comencés a acariciar con su humedad tus pezones.


Cada palabra suya era una orden. En apenas un segundo mi dedo humedecido con mi saliva giraba alrededor de mis pezones. Los cuales se pusieron muy duros, muy rápido.


-Te gusta tocarte ahí?

-Se siente muy lindo.

-No dejes de hacerlo, son tus tetitas, precioso.

-Me acariciaba más y más. Nunca había sentido tanto placer en esa zona como ahora.



-Vuelve a chuparte un dedo y así, acostado, levanta tus piernas y llevalo a tu culito.

-Sí papito.
Le dije como aniñando la voz.

-Acaríciate el agujerito despacito y deja que tu dedo empiece a entrar en vos.

-Sí, sí... Le dije suspirando

-Te encanta, no es cierto?

-Sí, y mucho, me calienta muchísimo

-Pero sabes que tu culito necesita algo más que un dedo, no?.

-Sí

-Decíme que es... decímelo bebé!

-Vergaaaaaa!


Cortó la comunicación y yo seguí acariciando mi cuerpo, hasta derramar mi lechita sobre mi pecho sin tocármela. Por primera vez, probé mi semen. Estaba aprendiendo rápido, demasiado y me encantaba.

Necesitaba que me llamara nuevamente, pero el "malvado" no lo hizo en ese momento.

Mientras intentaba despejar mi mente y limpiarme, sabía que estaba perdido. Alguien había descubierto el secreto más profundo que tenía. Tan secreto, que ni yo mismo lo conocía totalmente. Tenía mucha culpa de haber hecho lo que hice, de haber cedido a ese hombre, de haberme dejado llevar al placer total, haciendo lo que él me decía.

Seguía un poco aturdido, mientras iba guardando todo lo que él me había enviado. Me preguntaba quién sería, pero al mismo tiempo intentaba no saberlo, porque me daba mucho miedo. Era una mezcla extraña de sentimientos. Por una parte lo deseaba, era indudable. Pero por el otro, quería que desapareciera, que me dejara en paz.

En el fondo sabía que no tardaría en descubrir quién era. -Qué haría entonces? Acaso me escaparía o por el contrario, iría con él y dejaría que pase lo que tarde o temprano iba a suceder?

Tenía muchas dudas. Pero él no me dio demasiado tiempo para más dudas. A los tres días, la duda se develó.

Como todas las mañanas salía a las 7 a tomar el colectivo que me llevaba a mi colegio. Pero esa mañana, un auto se detuvo en la parada del bondi. Por el parabrisas percibí la imagen de un hombre, que me miraba profundamente. Un hombre que se me hacía conocido, pero a quien no distinguía muy bien. Y del espejito retrovisor, colgaba algo. Yo esperaba el colectivo, pero miraba hacia el auto ahí parado y finalmente distinguí que del espejito colgaba una bolsita idéntica a las que me había enviado mi hombre, mi macho.

Comencé a caminar... En el fondo sabía que era él. Mi corazón latía muy fuerte. Caminé y me di cuenta que el auto avanzaba. Se puso al lado mío y la ventana se bajó. Escuché su voz: "es hora de que subas", me dijo con su voz gruesa y masculina. Lo miré y lo reconocí: era Alberto, un señor que trabajaba en la papelera de la esquina de mi casa y que desde hace años lo conocía. No podía creer que fuera él.

Me detuve y lo miré: -Subís o preferís ir al colegio?


No le contesté. Estaba totalmente petrificado. No podía siquiera pensar qué hacer. Lo vi tomando la bolsita del espejito y mostrándomela me dijo: subí, que esto es tuyo. Sus ojos y su mirada penetraban mi cabeza: ojos cafés claros que me estaban deslumbrando. La bolsa en sus manos y su mirada hicieron lo suyo: abrí la puerta y entré al auto, sin siquiera prestar atención al hecho de que alguien pudiera haberme visto.

Alberto se sonrió, cerré la puerta y arrancó. "Olelo, sentí su olorcito", me dijo, "quiero verte haciéndolo". Abrí la bolsa y me reencontré con su aroma... Realmente me enloquecía. Mientras manejaba, él me miraba y se sonreía, era hermoso, mientras yo cerraba mis ojos y me entregaba al placer de ese olor a hombre que emanaba su ropa más íntima, que me estaba dando este hombre, con sólo su puro aroma a macho.


"Quiero verte pajeándote", me dijo. Mi mano se fue directo a mi verga, y por sobre el pantalón comencé a acariciarme. Él detuvo el carro y me miró fijamente. Era realmente atractivo tan macho: su pelo castaño oscuro, sus ojos hermosos, sus labios... y por supuesto, un cuerpo que recordaba muy bien; 
corpulento, grandote, macizo, con algo de panza cervecera como le dicen, muy peludo porque siempre se notaba en las camisas que usaba ya que no abrochaba los primeros botones, y esa barba de unos días que lo hacían ver tan masculino y macho. En realidad, lo tenía bien visto... Aunque jamás imaginé que fuera gay y que yo iba a estar ahí, a solas con él, en su auto. Mirándolo a la cara mientras me tocaba, seguía acariciando mi pija por sobre el pantalón mientras seguía oliendo su calzón tan rico.

Él tomó mi mano y me dijo: creo que no entendiste lo que te dije el otro día por teléfono. Te lo recuerdo: a tu placer lo debes encontrar en otra parte del cuerpo. Tu pija debe permitirle al resto de tu cuerpo poder gozar. Se acercó lentamente y apoyó sus labios en los míos. Jamás había besado a un hombre. En realidad, no sabía qué hacer. Pero no tenía que saber hacer nada, él lo hacía todo.
Su lengua humedeció mis labios, y mis ojos se fueron cerrando mientras sentía como su lengua se introducía en mi boca. Era una boca experta, supo agarrar mi lengua e invitarla a gozar con la suya. Acercó sus labios a mi oreja y me susurró: -Te gusta? Y sin poder imaginar otra cosa, simplemente le respondí: Me encanta.

-A dónde me llevas? le pregunté. Logré tener un momento de lucidez. Yo tendría que estar yendo a estudiar. Él simplemente me contestó que estaría de regreso en mi casa exactamente a la hora que llego todos los días. Agregó sonriéndome que no me preocupara por los estudios de ese día. En realidad, me dijo, hoy aprenderás más que todos los días de tu vida.

En pocos minutos llegamos al destino. Se detuvo en el estacionamiento de un edificio. Ahí vivía.


-Tenés miedo? me preguntó.

Un poco, le dije.

Sabes que no voy a hacerte daño, verdad?

Creo que lo sé. (lo miraba y era simplemente hermoso!).

-Querés que te lleve al colegio y no te "moleste" más?

No supe qué contestar. Me estaba dando la oportunidad de huir de toda esta situación. Claro que tenía miedo y estaba muy nervioso. Tenía yo apenas 16 años y él le calculaba tendría 35 o más.

No sé, le dije finalmente.

-Cómo no sabés? Humedeció un dedo suyo en su boca y luego lo acercó a mis labios. Mis labios instintivamente lo recibieron.

-No sabés? Volvió a preguntar.

-Querés que todo se termine acá?

Me moría por decirle que no, que quería estar con él. Pero por el otro lado sabía que estaba dando un paso sin retorno. Y si bien me excitaba la idea, me daba pánico.

No sé, volví a decirle.

Tomó mi mano izquierda y la llevó a su entrepierna. Mis dedos pudieron sentir la dureza de su verga. Era la primera vez en mi vida que tocaba una pija que no fuera la mía. Por supuesto que con el pantalón no me permitía sentir mucho, pero podía darme cuenta del tamaño, y también grosor, y del estado de excitación en el que estaba Alberto.

¿Decidís vos o decide ella (refiriéndose a su verga)?

Me quedo, le dije finalmente y una sonrisa de triunfo asomó en sus labios. Una sonrisa excitante y muy varonil, que me enloqueció verle.

Sacó mi mano de su entrepierna. Me dijo que bajara el calzón que me había dado y que bajara del auto. Nos dirigimos juntos, en silencio, hacia el ascensor. Me dijo al oído que actuara con total normalidad. Pasamos al lado de un par de ancianos y entramos al ascensor. Al cerrarse las puertas, puso su mano derecha en mis nalgas y me dijo: me vuelve loco tu culito.

Las puertas se volvieron a abrir y me condujo a su departamento. Abrió la puerta y entré al que sería desde ese momento el santuario del placer. Estaba en penumbras, algo de luz del día pasaba por entre las cortinas. La sala estaba elegantemente decorada, un tapete blanco de mucho pelo, sillones, muy bonito. Algo había en el ambiente que me agradaba. Rápidamente me di cuenta que era el aroma, "su aroma".

Alberto había logrado desarrollar en mí el olfato de una manera extraordinaria. Ahí percibí con claridad el olor a Alberto, a este hombre, a este macho que me excitaba cada vez más y más.

Y ahí estábamos. Sólo los dos. Uno frente al otro. Yo, sin animarme a hacer nada. Él estudiándome, mirándome. Quien sabe qué tenía en su mente hacer conmigo.

Quería chuparlo todo, desnudarlo, gozarlo. Pero él hacía todo con cuidado, con detenimiento, sin prisa, y yo, simplemente actuaba en base a lo que él dijera o hiciera.

Se sentó en un sillón y yo me quedé parado como a dos metros de él. Abrió sus piernas y apoyó su mano en su entrepierna, en aquel lugar que había disfrutado mi mano en su auto. Lo veía apretarse la verga por sobre el pantalón, mientras me miraba profundamente.

Desnudate, me ordenó. En pocos segundos estaba frente a él, sin mi camisa, sin mi pantalón, sin mis zapatos. Sólo, frente a él con mi slip azul oscuro. Él miraba cada movimiento mío, y su mano acariciaba su entrepierna, mientras mis ojos estaban fijos en él.

Su mirada se endureció. Te dije que te saqués la ropa! Entendí que me exigía sacarme el calzón. Lo hice, y me sentí realmente desnudo frente a él. Mi verga estaba totalmente dura, apuntándolo.

Vení! Acercate. Y al hacerlo, pasó su lengua por mi pecho rápidamente como degustándome. Me gusta tu sabor, me dijo... Te voy a comer todo, bebé. Y su lengua se dirigió a mi tetilla derecha, misma que reaccionó inmediatamente. Mis ojos se cerraron, mientras sentía a este hombre que me hacía vibrar. Mi mano se fue a mi verga, necesitaba acariciarla mientras él lamía mi pezón. Tenía una fuerte erección. La excitación era enorme.

En ese momento Alberto me separó de él. Tropecé y caí al tapete. Se levantó y me impidió levantarme. Mirarlo hacia arriba era muy impactante. Y a la vez... Era hermoso...


Te dije que no te tocaras la verga... y lo has hecho una vez más. Debes aprender a obedecer, bebé, si no tendremos problemas. Se agacho hacia mí y con su mano agarró mi pija. El sólo sentir el calor de su mano en mi verga hizo que casi que acabara en ese instante. Pero él comenzó a apretar la base de mi verga con fuerza.

-Te duele?, preguntó.

Un poco respondí.

Apretó aún más. La apretaba cada vez más y me miraba directo a los ojos. Me dolía. No estaba recibiendo placer en ese momento.

Repite, me dijo: mi verga es la única que gozará acá. No hay otra verga acá más que la mía.

Comencé a repetir palabra por palabra mientras el dolor se acrecentaba en mi verga, y para mi sorpresa, ella comenzó a disminuir de tamaño. En realidad, el dolor había provocado su efecto.

Soltó mi pene, pero éste ya no era lo que era hace unos minutos.

Tomó mi cabeza y la hundió en su entrepierna.

Decime qué querés, decímelo bebé.

Tu pija, le dije, tu verga, por favor.

Dejó mi cabeza y comenzó a abrir su cinturón. Yo lo miraba desde abajo. Era un hombre muy excitante. Abrió el cierre y con un suave movimiento de cinturas, dejó que el pantalón cayera al suelo. Tenía puesto un slip idéntico a los que me enviaba. El bulto de su verga era impresionante. Y mi nariz podía percibir su olorcito a bolas tan rico!

Finalmente, comenzó a bajar su slip y su carne se levantó grandiosa. La miraba yo desde abajo y se veía enorme. Se me hacía agua a la boca de sólo verla. Él se la acariciaba y me miraba dominantemente.

Tomó mi cabeza y me dijo con dureza: Esta es la única verga entre vos y yo. Repítelo. Lo hice y su verga, estuvo frente a mi rostro, gorda, gruesa, dura, caliente, palpitante, deseosa de que me rindiera ante ella.

Olela, sentíla e identificala, bebé. Me acerqué y efectivamente, era su olor, su aroma, ese olor a bolas de macho que tenía bien conocida mi nariz.

Aspiré profundamente, y me dejé llevar por los caminos del placer que sólo dos hombres saben darse mutuamente.

Es increíble lo que me había sucedido en apenas semanas. No podía creer que estuviera ahí, mirando una dura e imponente verga de un hombre que me excitaba tan solo mirarme y decirme unas palabras.

Al acercarme y oler su verga, tal como me lo había indicado Alberto, vi asomarse en la punta de ella una gota que brilló con la luz del cuarto. Él se dio cuenta que yo había visto esa gota, se sonrió como solo él sabe hacerlo, hermosa sonrisa, pasó un dedo por la punta de su pija y la tomó en él.

Levantate, me ordenó. De pie frente a él, comenzó a decirme que era el momento de comenzar a desarrollar mi gusto al semen, a la leche de un hombre.



Pondré esta gota en tus labios. Quiero que con tu lengua la disperses en tus labios y la saborees. Será el sabor más deseado por vos a partir de este momento. Tendrás sed de leche y esa sed nada la podrá satisfacer más que el néctar de tu hombre. Nunca estarás satisfecho. Siempre querrás más y sabrás cómo conseguirla.

Puso el dedo en mis labios e instintivamente los cerré, saboreando esa extraña gota y también la piel de su dedo. El sabor me resultó un tanto extraño, aunque no pude definirlo más porque en definitiva sólo había sido una pequeña gota.

Mi leche ya está en tu cuerpo, dijo Alberto con aire de supremacía sobre mi. Mi leche te irá convirtiendo en lo que yo deseo. No podrás evitarlo. Formo parte de tu ser...

Apretó levemente su carne y una gota más abundante asomó, repitiendo lo anterior, sólo que en esta oportunidad pude sentir mejor el sabor. No sé si me gustó, pero el solo ver el goce que le producía a Alberto verme saborearlo, vencía cualquier resistencia en mí. Y finalmente me gustó muchísimo.

Esto es solamente una muestra gratis, me dijo. Apenas una probadita, porque ya es momento de llenarte con fuerza y potencia de mi leche, no te parece?

Apoyó sus labios en los míos y penetró con su lengua mi boca. Otra vez me estaba besando y yo me derretía en sus brazos. "Me gusta el sabor que tiene mi leche en tu boca", me dijo. "Sabía que seríamos una buena combinación".

Su verga era admirable. Se mantenía enorme, tan dura que me fascinaba. No importaba si se distraía o platicaba algo. Todo el tiempo su dura carne se imponía. Sabía que esa verga y ese hombre harían en mi lo que quisieran. Por su parte, mi verga se mantenía quieta. Cuando intentaba crecer, dolía, por lo cual permaneció ausente.

Me tomó el rostro y mirándome con dureza me dijo: Ahora, vas a mamar mi verga. La quiero toda dentro de tu boca. Y no quiero niñerías, me entendés. Nada de grititos ni de arcadas. Toda tu vida quisiste tener una verga en tu boca y ya lo habrás soñado y deseado más de una vez, no es así?


"Escuchame bien, vas a chupar mi venga hasta que acabe en tu boca. Pero por ser hoy la primera vez, sólo mi primer chorro lo recibirás y tragarás, luego podrás sacar mi verga de tu boca y dejar que te riegue tu pecho con mi leche. Está claro?".


Sí, Alberto, todo lo que quieras.

Me arrojó al piso y nuevamente vi su deslumbrante verga. Acerqué mis labios hacia ella, y luego de percibir su olor una vez más, dejé que me vaya entrando lentamente. Él tenía razón, pero con su experiencia y mis ganas, las cosas iban bien. Su mano estaba en mi nuca. Presionaba suavemente, pero lentamente esa presión comenzó a aumentar y la rapidez en que su carne entraba en mi boca iba en aumento.

Mientras mamaba él me decía todo el tiempo cosas: "chupa bebé, dulce, chupa mi pija... siempre lo deseaste aunque no lo sabías. Necesitaba que lo supieras y no perdieras tiempo enredándote con esas tontas. Sos mío y sólo mío, saborea a tu macho, chupa mi verga, así disfrutá...

Apenas podía respirar, sentía que me ahogaba, pero mi calentura era tal que no podía dejar de chupar y chupar, hasta que el momento anunciado llego. Lo supe porque la presión en mi nuca se hizo más fuerte. Sentí los movimientos en su verga y una fuerte explosión de esperma entro por mi garganta, quedando parte en mi boca. Alberto sacó rápidamente su verga (tal como lo había dicho) y siguió disparando en mi pecho, que recibía más y más leche. De mi boca, salía parte de su esperma pero no lo dejé escapar. Me deleité con su leche y él se dio cuenta, y sonrió como sólo él sabe.

Con su mano desparramó su leche por todo mi pecho. Era mucha cantidad y estaba sorprendido de su poder. Y lo más impresionante: su verga que permanecía durísima como un mástil a pesar de lo que había sucedido. Me la pasó por mi boca y dijo: Limpiala. Yo aproveché y saboreé un poco más de su lechita.

"Agarra mi verga con tu mano", me ordenó. Siente su potencia, su dureza. Siente el poder que tiene sobre vos.

Y vaya si lo tenía... era impresionante.

De pronto, se desprendió con dureza de mi. Salió de la sala hacia su habitación y trajo de ahí su celular. Me lo dio y me dijo: Hablale a tu novia y dile que ya no seguirás la relación con ella. Inventale lo que quieras, pero acaba con ella ahora.

No podía creer que me estuviera diciendo eso. Me dio el celular y yo lo miraba atónito. Le dije que no me obligara a hacer eso, que yo la quería y no sé que más.

Acercó su verga a mi cuerpo y me dijo drásticamente: ella o mi verga. Elige.

No me hagas esto, por favor, le lloré.

Olela!, vamos!, sentíla!, me ordenó. Y al hacerlo, no tuve ninguna duda. Haría cualquier cosa por esa verga. Estaba totalmente sometido a ella y a este hombre.

Le hablé a mi novia. Le dije que me disculpara, pero que ya no sentía lo de antes. Ella se puso a llorar y me dijo que me había sentido distante el último tiempo. Su llanto me hizo mal y Alberto lo notó, porque me acercó su verga nuevamente para que viera su tamaño y la desee más y más.

Mi novia se convirtió en segundos en cuestión del pasado. Esa verga, sería mi presente y futuro.

Bien bebé, me dijo... es suficiente por hoy. Sé que quieres que te haga mío, pero eso no será hoy. -Sabés por qué?

No, no entiendo por qué, le respondí.


Por dos motivos: el primero es técnico. Tu culito es muy pequeñito. No está preparado para recibir a tu hombre. Hay que darle tiempo y cariño para el día en que entre dentro tuyo.

El segundo: para que un hombre te coja, debes desear ser cogido. Desearlo con desesperación. Sentir que es lo único que deseas en la vida. Y ese momento, aún no llega. Quiero que llegue el momento en que me pidas, que me ruegues, me supliques que te coja. Ese día llegará rápidamente, pero no es hoy.

Date vuelta, me dijo. Puso sus manos en mis nalgas y las tocó con lujuria. Parado detrás de mí me ofreció uno de sus dedos y me dijo que lo chupara. Yo lo hice, como si fuera su verga. El sabor de su carne me encantaba. Sacó el dedo de mi boca y lentamente lo fue haciendo entrar en mi culo.

Comencé a gemir de placer, pero también de dolor. Lo sacó y me dijo: tal como lo tenía previsto. Está muy pequeño, y mi verga, ya la has visto, necesita un culo más grande para ser recibida.

Esto lo arreglaremos muy pronto. Trajo un estuche de madera y en el cinco tubos negros de diferentes diámetros con una base. Tomó el más delgado y me dijo que lo iba a meter en mi culo. Sentí lo que hacía, y sentí como me iba rompiendo mi cuerpo. Me dolía, pero él no se detuvo. En pocos segundos sentí que todo el tubo estaba en mi interior.

Se detuvo: me miró y me dijo. Lo usarás dos días enteros. Solo te lo sacarás para cagar. El resto del tiempo debe estar bien dentro de tu culo. Incluso para dormir. Tu slip no dejará que se salga. Usá uno ajustado.

Mientras tanto, sólo desearás mi verga. Podrás pajearte por mí las veces que quieras. Pero no te podés lavar el pecho. Oíste? Ahí llevas mi esperma, mi leche, mi escencia, igual que en tu interior bebé.

Vestite, me ordenó. Por hoy es suficiente. Pero antes de irte, quiero que entres a ese cuarto y mires lo que hay en la pared. Me vestí y con gran curiosidad entré. No esperaba ver lo que ví.

En la pared había clavadas en un marco de corcho, cerca de 15 fotos mías. En algunas estaba solo, en otras con mi novia, en otras con mis amigos del colegio.


-Qué es esto? le dijo con un poco de miedo.

Esto significa que fuiste elegido para ser cogido por mí. Te deseo desde hace tiempo y trabajé para que esto se haga realidad. Ahora, deberás desearme tanto como yo a vos, para que te coja, para que te haga mío, para que no deseas nada más que mi verga en tu cuerpo, dentro tuyo. Entendés?

Otro beso suyo impidió que contestara mientras que su mano obligó que la mía fuera una vez más a su verga, que una vez más comprobé que seguía dura como el hierro.

Era hora de finalizar esta sesión. Me llevó a mi casa, mientras mi mano estuvo nuevamente sobre su pantalón. Se despidió de mí en el auto, delante de mi casa, dándome un beso impresionante de lengua. Yo tenía miedo que alguien me viera, pero él me dijo: no podrás ocultar esto mucho tiempo. Acordate: sos mío.... mío.... sólo mío. Pajeate y pensá en mí. Deseame cada vez más y cuando el deseo sea intenso y tu culo esté listo, búscame. Ya sabes donde encontrarme. Ahora bajate.

Bajé del carro y él se fue... intenso como siempre. Se que en unos días mas iré a buscarlo...

Al entrar a casa, rápidamente fui a mi pieza y ahí ya sentado en mi cama.. Agarré uno de los slips que me había dado, era uno blanco, y comencé a extenderlos. Me percaté de que tenía todavía manchas de residuos de orina por delante, además de que había dejado dos vellos púbicos. Lentamente llevé los calzoncillos a mi nariz, dando una fuerte y profunda olfateada. Oh! ese aroma a macho hacía que cerrara los ojos y me perdiera, después comencé a lamer la zona donde van el pito y los huevos y me sentía morir. Estuve oliendo y lamiendo su calzoncillo, hasta que mi excitación provocó que me estorbaran mi ropa. Gradualmente me despojé de mi ropa, hasta que estuve desnudo y ya acostado, tomaba los calzoncillos de mi macho y los pasaba por mi nariz. Como el pito ya lo tenía bien duro y parado, aparte de que me dolía, procedí a dar fin a la sesión de aquel día y acabé. Entre el aroma, mis pensamientos y la calentura de aquella ocasión.

Y mi calentura y mi deseo hacia Alberto fue aumentando día a día..

Hice lo que él me dijo, y a los cinco días ya ponía el más grande de los tubos que me dio..

En una tarde no aguanté más y fui a aquel edificio. Llamé por el portero. Me hizo pasar, subí hasta su depto. 

Abrió la puerta y no pude contenerme, porque lo abracé, y lo olí, aspiré ese aroma de mi macho que tanto me gustaba.

-Hola bebé. Estas listo para mi verga?

-Si, Le dije con ojos de deseo.

Él sonrió de nuevo, guau, como me puede esa sonrisa, es hermoso.

-Hoy estoy todo chivado, todavía no me bañé. Me dijo

-Mejor para mi, y se me notaba en la mirada que se me hacía agua a la boca.

Me agarró de la mano, me llevó a su habitación.. Ya ahí, puso sus manos sobre mis hombros y me arrinconó hasta la orilla de la cama. Quedé sentado en la orilla del colchón, cuando él se sacó su camisa. No le quitaba la vista de encima, quedé pasmado por la hermosura de macho al ver su torso peludo y panza al descubierto. De pronto me dijo: Entonces que. vas a querer? yo lo miré a la cara y le dije que si. Él estando de pie, se sacó el cinturón y se bajó sus pantalones, quedando solo en calzoncillos. Ya se le notaba su gran bulto.

Mirar su cuerpo así me dejó anonadado otra vez, entonces preguntó: Me vas a ayudar o querés que todo el trabajo lo haga yo? Puse mis dedos sobre el elástico del slip que llevaba puesto, pero en lugar de bajárselo pegué rápidamente mi cara contra su paquete. Respiré y respiré su aroma como desquiciado mientras frotaba mi cara contra su bulto. Él me dijo: Si. ya sé bebe que te vuelve loco mi olor, ya sabés de donde viene todo eso, el me apartó de su paquete y procedió a bajarse lentamente el calzoncillo. Cuando apenas le ví el pelo del pubis me calenté, pero me quemé por dentro al ver que su miembro rebotaba al ser liberado del slip.

Miré su verga recta, gruesa y sus bolas también grandes coloradas y peludas. Mi papá puso su mano sobre mi cabeza y dijo: "dame una buena chupada de pija que vos sabés dar bebé" Ya iba a meter su pija en mi boca, cuando vi que jaló su prepucio para atrás y me ordenó que la devorara. Comencé por tragármela toda y después chupaba de arriba a abajo, desde el pubis hasta la punta dentro de mi boca, saboreándola. Con mi boca podía sentir que su miembro se ponía más duro todavia, palpitaba bastante y sus venas se le marcaban más y más. Seguía las indicaciones que me diera, a veces me pedía más lengua, que le echara más saliva, en fin, todo lo que fuera necesario para complacer a mi hombre. Al cabo de unos minutos, podía oír que le arrancaba unos gemidos bestiales; Veía por el espejo que lo tenía con toda la cabeza atrás.

Despegó mi cabeza de su miembro y se acostó en mi cama, puso las manos detrás de la cabeza, abrió las piernas un poco y me dijo: "ahora mama mis huevos". lentamente me subí a la cama y cuando tuve sus bolas cerca de mi cara, metí ambas a mi boca. Las metía, las sacaba, chupaba una, luego la otra y daba lengüetadas a su escroto; Los pelos de sus partes me acariciaban la nariz y la frente, me acuerdo y me excito tanto. Además su olor fuerte a bolas, a macho, me inundaba todo. Cuando lo miraba a la cara tenía los ojos cerrados, a veces los tenía en blanco, cuando me miraba me decía: Qué me estas viendo? tu trabajo está allá!

Hubiera seguido saboreando más sus huevos, pero el me dijo que le volviera a chupar la verga; que esta vez se la dejara muy salivosa, porque me iba a hacer suyo. Desesperado intentaba dejarle la pija lo más baboso que se pudiera, más todo ese pre seminal que salía que no dejaba gota, la babeaba y babeaba hasta que me dijo que ya estaba bien lubricada. Me pidió que ahora me acostara boca arriba primero, me lamió bien dentro del culo; y después, me agarró y me dio vuelta, levantó mis piernas, separó mis nalgas y escupía de nuevo en mi culo. Acto seguido se colocó arriba de mi y descansó mis rodillas sobre sus hombros, yo me puse nervioso pero deseoso que viniera lo inevitable. Yo sentía como frotaba la cabeza de su verga alrededor de mi ano, cuando sentí que ya estaba tratando de penetrar le dije con voz entrecortada: Despacio papito. Y el solo me contestó: Ah si?. Acá quien manda soy yo bebé oíste?, y como si no le haya importado mi advertencia, comenzó a dejar ir su pija dentro de mi culo. Sentí un ardor primero e intenté zafarme pero ya era tarde. Él me dijo: bien no era que querías esto? Ahora te la aguantás! y seguía metiendo su virilidad en mi. Yo cerraba los ojos, fruncía la cara pero de goce, por fin era suyo.

Alberto me tenía muy bien sometido, dominado a su deseos y su verga. Él me avisó que ya la tenía toda adentro, que no me moviera para que mi culo se acostumbrara. Mi culo me dolía, ardía primero pero a los segundos sentía un placer inmenso, mi agujerito sabía que algo lo estaba invadiendo. Y sentía ganas de acabar sin tocarme pero me frené. Quería gozarlo.

Al ratito, comenzó con el vaivén; lo miré a la cara y sonreía como él sabe hacerlo, tomé mucho aire por la boca, aspiré su aroma que tanto me gustaba. Las sensaciones que sentía fueron un placer inmenso, podía ver como su pubis se alejaba y acercaba mientras su verga enorme se perdía en mi culo. Cuando lo vi a la cara de nuevo, la tenia colorada y además estaba transpirando mucho. Mi necesidad hacía pedirle que le me la metiera hasta el fondo, le decía: más, más, metémela toda papito! Él me contestaba: Te gusta bebé? te gusta mi verga? Es la verga de tu macho, la querés toda hasta adentro? eh? así es como la querés? yo no dejaba de gemir y de disfrutar a mi hombre tan hermoso que me hacía suyo por fin, en mis pelotas podía sentir su pelos púbicos y en mis nalgas podía sentir como golpeaban sus peludas bolas. Me estuvo dando así un buen rato, hasta que me dijo que ya iba a acabar; aceleró el ritmo, jadeaba más fuerte como un animal en celo gruñía, y de pronto cerro los ojos. Y pude sentir como toda su leche inundaba mis adentros y llenaba mi culito bien adentro. Me embestía profundamente y me decía: toda, toda la lechita para vos, sos mío bebé. Él tenía unos espasmos y me estaba cayendo su sudor en mi pecho, cuando no aguanté y acabé.

Cuando sacó su verga de mí, la sacudió y me dijo que se la limpiara. Y después de un rato largo su pija quedó flácida, lo cual me asombraba cuanta virilidad tenía ese hombre y así me dijo que de ahora en adelante iba a ser suyo siempre mi culito.





 






1 comentario:

  1. me encantaria encontrarme un macho asi!! si hay alguno que me escriba a chaser4topbear@outlook.com

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