Después de estar viajando durante varias horas sentí la necesidad de aliviar la carga de mi vejiga, de manera que en la primera estación de servicio que apareció en la ruta decidí bajar. Aunque mi parada iba a ser breve pensaba que prefería esperar en la sombra si pasaba de tener que pagar otra vez el pasaje si perdía el ómnibus, necesitaba mear imperiosamente. Y con esa idea recorrí con la mirada unos metros hasta un grupo de árboles junto a un camión. Miré curioso a ver el enorme camión, y vi que su ocupante no estaba al parecer. Quería saber que tal era ese camionero.
Antes de bajarse se me ocurrió que también podía comprarme algo para comer, y mientras buscaba la billetera vio pasar frente a él al conductor del camión. Era un tipo maduro, de unos treinta y cinco años, de estatura media, con cuerpazo y grandote, con una panza dura por lo que se veía. Tenía el cabello y los ojos oscuros, barba de un par de días bastante revuelta, y vestía unos jeans gastado y una remera con las mangas bien cortas que dejaban ver unos lindos brazos. (Baba)
Observó por unos segundos al hombre mientras se alejaba, un poco atraído por la masculinidad que irradiaba el tipo y otro poco motivado por mis propias fantasías (como las de muchos) sobre los mitos relacionados con los camioneros. Después sonrió, sintiéndome un tanto ridículo ante esos morbosos pensamientos, y terminando de recoger la plata de la mochila poniéndola en el bolsillo para tenerla a mano. El hecho de ponerme de pie sumado a la leve erección provocada por mis pensamientos morbosos acerca del camionero aumentaron la presión en mi vejiga, y eso me recordó dolorosamente el principal motivo de mi parada. Entonces me encaminé con paso firme hacia el baño, ubicado a un costado del local de comida de la estación.
Entré al sanitario, y me encontré con dos privados con inodoro y una fila con tres mingitorios. Los compartimentos se veían ocupados, uno con la puerta cerrada y otro con un hombre orinando con la puerta abierta. Y de los tres mingitorios, sólo estaba libre el del medio. En un extremo había un señor mayor, y en el otro estaba el camionero que había visto pasar momentos antes. Obviamente, no tenía más opción que ocupar el lugar del medio... y así fue. Me desabroché el cierre, saqué mi pija y comencé a mear, y el placer de alivianar la dolorida vejiga me causó una satisfacción tan grande que por unos instantes cerré los ojos y me olvidé de todo. Fueron unos segundos, nada más. Porque cuando los abrí de nuevo, inconscientemente los desvié hacia la verga del camionero... y ya no pude sacarlos de ahí.
Evidentemente el tipo recién había terminado de mear, porque con movimientos suaves sacudía su miembro. Noté que aunque la mano del hombre tenía un tamaño normal, la cabeza del falo sobresalía unos cuantos centímetros de los dedos doblados que sostenían el tronco. La masa del apéndice viril se veía gruesa, palpitante, y el contorno de la cabeza casi triangular se dibujaba nítidamente debajo de la piel. Gruesas venas recorrían el mástil a lo largo, y un manojo oscuro de vellos púbicos sobresalían por el cierre del pantalón.
Sin duda, era una verga absolutamente deseable (Baba se me hacía a la boca)
Temiendo generar alguna sospecha en el camionero, sólo echaba miradas furtivas a la tentadora pija del tipo. Tampoco quería llamar la atención de los otros hombres, ganándome el rótulo tácito de "el puto que fisgonea en los baños".
Pero entonces noté (que machazo ufff!) que el camionero había cambiado la posición de la mano, y que con movimientos más suaves y lentos había comenzado a masajearse la verga. Sus dedos jugaban con el extremo subiendo y bajando la piel del glande para cubrir y descubrir la cabeza, alzando el tronco levemente hacia arriba cada tanto.
Tragué saliva. Era evidente que el hombre me estaba ofreciendo un espectáculo, porque aunque mantenía la vista fija en su verga sonreía, como demostrando plena conciencia de la mirada deseosa de su vecino de mingitorio.
Algo nervioso, me di cuenta que su verga había empezado a endurecerse, y ensancharse estimulada por la incitante demostración a la que estaba asistiendo. Mi corazón palpitaba más rápido, y el temor de quedar en evidencia me hacía sudar. Pero mis ojos no podían desviarse de esa tranca de aquel macho que se iba poniendo cada vez más dura, y mis pies se negaban a dar un paso para alejarme de ahí. Y mientras tanto, aprovechando la ausencia de gente en el baño, el camionero proseguía con total desfachatez su show exhibicionista.
Cada tanto deslizaba su mano hasta la base de la verga sacando y frotándose el juguito que salía de ella mientras la sacudía suavemente, como ofreciéndola a mis anhelantes ojos de espectador. Y en un momento dado descubrió por completo la cabeza de la pija y con una increíble precisión dejó caer un espeso chorro de saliva sobre el glande. Después comenzó a pajearse nuevamente, extendiendo la baba por toda la cabeza hasta dejarla brillante y satinada.
(Agua a la boca)
Como nunca antes, sentí que estaba al borde del orgasmo con la respiración algo agitada, y tuve que hacer grandes esfuerzos para no estirar la mano y apoderarme de ese garrote enorme, de esa vergota que ahora se sacudía desde la raíz de tan dura que estaba. Pero mi agonía no duró mucho más, porque de repente él se guardó su endurecida verga, se subió el cierre del jean y se apartó del vigitorio.
Aún parado junto a mi el camionero se acarició la entrepierna, como acomodando la verga que se abultaba notoriamente, y sin dedicarme ni una mirada salió del baño.
Sintiéndome estúpido, con una dolorosa frustración latiendo en los huevos, Noté como mi verga comenzaba a ablandarse ante el desenlace de la situación. Con desencanto comprendí que el tipo no era más que un exhibicionista, alguien que disfrutaba haciendo desear a los putos con su apetecible verga, pero sin llegar a nada más.
Con decepción esperé unos segundos más, guardé mi miembro, me acomodó la ropa y salí. Había perdido las ganas de comer, y el ómnibus, algo fastidiado caminé hacia la parada para esperar el siguiente y largarme de ahí. Pero al acercarme vi que el camionero estaba en la cabina del camión, con la puerta del lado del conductor cerrada y la del otro lado abierta.
Apuré inconscientemente el paso. Llegué junto a su vehículo y sin poder contenerme, con una mezcla de bronca y deseo, miré hacia el interior del camión. Parecía que era justo lo que el camionero estaba esperando, porque entonces apartó un suéter que estaba sobre su regazo hacia el asiento... y así pude ver que el tipo tenía la verga totalmente fuera del pantalón.
El miembro estaba duro, crecido, mucho más que en el baño. Con movimientos lentos el hombre acariciaba el grueso tronco, y cada tanto le daba suaves apretones que aumentaban el tamaño de la cabeza, y salían su pre seminal notoriamente (se me hacía agua a la boca ufffff) y la ponía de un intenso color morado lo mismo que hacía resaltar el surco de venas del choto que lo hacía ver más poderoso y apetecible.
Como hipnotizado, me acerqué lentamente al camión, me paré junto a la puerta abierta, y me quedé contemplando el nuevo espectáculo que me estaba brindando aquel macho.
Al igual que antes, el tipo sonreía satisfecho de su éxito, orgulloso por la dedicada atención de la que era objeto su endurecido miembro. Pero está vez hubo un cambio. Porque esta vez el hombre me miró y me hizo un leve movimiento de cabeza, como alentándolo a subir al vehículo.
Como invitándome a comerle la verga, meneandola para antojármela más.
Y no dudé ni por un instante. Casi de un salto trepé en la cabina, cerré la puerta, y con ansias apenas contenida llevé mi babeante boca a esa masa de carne palpitante, y la engullí. Me recibió un sabor fuerte, a meo, y olor a macho fuerte, chivado, casi conocido, que invadió mis fosas nasales excitándome más de lo que estaba.
Dominado por el deseo, entrecerré los ojos y comencé a recorrer con sus labios ese falo enorme, sintiendo en la lengua las rugosidades de las latientes venas. Con gozo y placer me dediqué a saborear la babosa mezcla que rezumaba la cabeza, a jugar con la piel del prepucio y a mordisquear con suavidad el tronco con mis labios, sintiendo como la verga de aquel macho se ponía cada vez más dura e hinchada.
"Uhhh!! Sí! putito, así, chupame bien la verga!!".
Cada tanto, el camionero me ponía la mano en la nuca y me hacía que me la tragara hasta la raíz, obligándome a permanecer así por varios segundos. Entonces sentía como la cabeza del vergón rozaba mi garganta, provocándome arcadas que contenía casi con lágrimas en los ojos.
Durante unos cuantos minutos continué afanándome en la húmeda labor sobre esa golosina de carne y sudor de macho que ocupaba por completo mi boca y tocaba garganta. De vez en cuando llevaba mi mirada hacia el rostro del camionero, y en cada ocasión me encontraba con una mueca de placer y una sonrisa morbosa del tipo que me hacían sentir terriblemente puto. Pero no me importaba. Al contrario, me sentía en la gloria entregado a los deseos de un verdadero hombre, sometido a la voluntad de un auténtico macho que lo estaba cogiendo por la boca casi sin decir palabra. Y eso me excitaba terriblemente.
Pasaron varios minutos que saboree esa verga hasta que por fin, el masaje bucal llevó al silencioso camionero al clímax, y los latidos en el miembro del tipo anunciaron su inminente acabada. Intenté interrumpir la mamada pero mi cogedor me lo impidió, y tomándome fuertemente de la nuca me retuvo casi violándome, dejándole la verga dentro de la boca.
"Shh!! Quietito ahí, que quiero que te tragues toda mi leche!!".
Y casi al instante, la durísima verga empezó a escupir chorros de leche espesa y caliente, arrancándole gemidos sofocados pero sonoros a su dueño. Parecía que el tipo sabía muy bien lo que hacía, porque había puesto su verga a la distancia justa para que los trallazos dieran directo en mi garganta o cayeran en mi lengua.
Sentí como el líquido ardiente inundaba mi boca, impregnando con su intenso sabor todas mis papilas gustativas. Con cada descarga gemía, sumando los quejidos de gozo a los del camionero. Mi propia verga latía furiosamente hasta que en un momento dado ya no pude contenerme más, y mientras la verga incrustada en mi boca seguía derramando semen acabé sin tocarme, sintiendo como ensuciaba mi ropa interior hasta los huevos.
Cuando por fin la feroz tranca dio el último estertor el camionero comenzó a sacarla lentamente de mi boca, como para dejar que disfrutase un poco más de su miembro. Mis labios apretaban ese mástil aún duro a medida que salía de mis fauces, como tratando de retenerlo en mi interior un poco más, así saboreandolo más, haciendo que mi cogedor sonriera complacido nuevamente.
Por fin, toda su verga estuvo fuera de mi boca. Sintiendo como aún el espeso jugo escurría por mi garganta todavía me di el tiempo de pasármela por la cara y olfatear bien ese sabor a macho en un acto de total morbo, así fue que me acomodé la ropa e intenté bajar del camión. Entonces el camionero me guiñó un ojo, y me dijo quedate un poco más, te llevo si querés, encendió el motor, y luego maniobró el enorme camión saliendo para la ruta.
Minutos después, se dio cuenta que iba a venir un segundo round de aquella historia y que el camionero quería más.
Porque la ruta era larga, y el camionero se le veía con ganas de hacer otra parada en el camino para descargar otra vez más su lechita en mi.
Y así fue...
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